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Cuando se construye esta
Residencia su solar se encontraba en el extrarradio de Madrid, ya que su
parcela se sitúa "en Chamartín de la Rosa, partido judicial de Colmenar
Viejo, en el Camino de Hortaleza". (Datos tomados de la escritura de
compraventa expedida el 28 de Febrero de 1925 por el Notario D. Félix
Rodríguez Valdés.) Su superficie era de 4.271,25 metros cuadrados y no
sólo comprendía el terreno, sino, además, un edificio destinado a
Academia-Pensión. La Asociación del Colegio de Huérfanos de la
lnmaculada abonó por esta propiedad la cantidad de 250.000 pesetas. A partir del año 1923, el Colegio lo constituían una sección de niñas y otra de niños. |
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La plantilla de personal dependía del presupuesto del Ministerio de la Guerra y se procuraba que en ella estuvieran representados todos los Cuerpos asociados. El nombramiento del personal militar se efectuaba según lo establecido en la legislación del momento para la provisión de cargos en los Colegios y Academias Militares. La plantilla de personal dependía del presupuesto del Ministerio de la Guerra y se procuraba que en ella estuvieran representados todos los Cuerpos asociados. El nombramiento del personal militar se efectuaba según lo establecido en la legislación del momento para la provisión de cargos en los Colegios y Academias Militares.
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La Asociación abonaba a las escolapias 70 pesetas mensuales que incluían la alimentación, educación, enseñanza, limpieza y planchado de ropa. Además de la enseñanza primaria las niñas recibían clases de labor. Estaba dirigido por un coronel, auxiliado por los jefes de las secciones 2ª y 3ª, el jefe del Detall y de Servicio, un jefe de Estudios, un cajero, un habilitado, profesores y un capellán. Además contaba con la ayuda de las Hijas de la Caridad. También había personal civil integrado por inspectores, escribientes y sirvientes que prestaban su servicio en el Colegio.
Los huérfanos, una vez
admitidos en el centro, tenían derecho a permanecer en él hasta obtener
el ingreso en la Academia Militar o un título universitario. Este
derecho cesaba al cumplir los 23 años o como sanción por la pérdida
consecutiva de tres convocatorias de ingreso en la Academia o dos cursos
de bachiller o universidad.
A pesar de los años
transcurridos desde la creación de los distintos colegios de huérfanos y
de la lógica evolución en las costumbres, la alimentación de los
huérfanos de "La Inmaculada" era muy semejante a la de los demás
Colegios, manteniéndose la costumbre del plato de sopa y el cocido
madrileño. Con los alumnos comía el profesor de servicio y los
inspectores encargados de cuidar el orden en las comidas.
Con anterioridad al año 1923 el servicio de vestuario no estaba debidamente atendido, faltaba personal suficiente para hacerse cargo de la confección, entretenimiento y recomposición de prendas; la reposición se hacía por compras directas en el comercio; el lavado de ropa se hacía fuera del Colegio, sistema caro que además ocasionaba el rápido deterioro de las prendas; la recomposición estaba a cargo de personas ajenas al colegio. Todo esto elevaba enormemente los costes del servicio.
A partir de 1923 se reorganizó completamente éste, basándose en criterios de economía y disminución de gastos. Pero el vestuario no mejoro asta que comenzaron a actuar las hermanas de la Caridad. Fue en ese momento cuando se puso en vigor el reglamento para este servicio, en el que se detalla la forma de llevarlo y la de efectuar las adquisiciones de prendas, de modo que el vestuario, ropas de cama, aseo y, en general, todo, excepto la ropa de paseo y calzado, se confeccionaron en los talleres del Colegio, bajo la dirección de las hermanas.
El equipo personal de los alumnos consistía en:
1º - Un traje de paseo de paño azul con el emblema del Colegio, que comprendía las siguientes prendas: una americana, un chaleco, un pantalón, una gorra, un abrigo, un par de zapatos, tres cuellos y una corbata.
2º - Un traje para el interior del Colegio, compuesto por dos batas, un jersey de lana, dos pares de sandalias, tres camisetas de invierno, tres calzoncillos, seis pares de calcetines y seis pañuelos.
Los párvulos llevaban como uniforme de paseo una marinera con el emblema del Colegio bordado en seda, un pantalón, una gorra marinera, una capa y un par de zapatos.
A cada alumno, al llegar
al colegio, se le abría una hoja de prendas. El buen cuidado y la
duración de éstas era premiado. Por el contrario, el mal cuidado y
deterioro eran objeto de castigo. |
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La llegada de donaciones
económicas era aprovechada para realizar mejoras en el equipamiento.
Así, gracias al donativo de 2.000 pesetas del 5º Regimiento de Sanidad,
se pudo equipar la biblioteca con armarios para la conservación de los
libros, instalados hasta ese momento sobre tablas sueltas.
Los huérfanos podían
estudiar, previo acuerdo de la junta facultativa integrada por los
profesores del Colegio, cualquiera de las carreras civiles o militares,
siempre en función de sus aptitudes y el deseo de sus familias.
La Asociación costeó a sus protegidos estudios como Medicina, Derecho, Arquitectura, Ingeniería, Telégrafos, Correos y el ingreso en las Academias Militares o en la Armada. Caso de no tener aptitudes, los alumnos eran encauzados hacia el aprendizaje de especialidades de formación profesional tales como mecánica, dibujo, etc.
Como en todos los Colegios de Huérfanos del Ejército existía una disciplina estricta y un orden riguroso. Era obligado el respeto y puntual obediencia a todos sus superiores. La conducta intachable y la aplicación en los estudios les confería el grado de galonistas o subgalonistas, con el distintivo de tres o dos galones en la bocamanga del uniforme, en cuya solapa también colocaban el distintivo del Cuerpo al que pertenecieron sus padres.
Ser galonista o subgalonista significaba ser jefe de filas, dormitorio o estudio, con autoridad sobre los compañeros para amonestarles y la obligatoriedad de dar parte de sus infracciones.
El cargo de galonista se premiaba con diez pesetas mensuales, el año 1924, y con siete el de subgalonista. Estas cantidades se les ingresaban en una cartilla de ahorros hasta que alcanzaban la mayoría de edad.
Además existían una serie
de premios o recompensas. Cada mes se concedían medallas de oro, plata y
bronce a los alumnos que hubieran obtenido las mejores notas durante el
mes anterior También se les concedían salidas especiales y se les
facilitaban entradas gratuitas a espectáculos. Los alumnos con mejores
calificaciones en las convocatorias de exámenes figuraban en un Cuadro
de Honor y también se les concedían recompensas especiales por la
realización de actos heroicos o distinguidos.
Obviamente existían alumnos que destacaban por su mala conducta. Para estos casos estaba establecida una gradación de castigos. Los de primer grado se sancionaban con reprensión pública o privada, el plantón en el comedor, clase o recreo y la privación de premios. Los de segundo grado significaban la privación de vacaciones, la expulsión del colegio, la pérdida del cargo de galonista o subgalonista o la suspensión de la pensión, según el caso.
Las Hijas de la Caridad se hicieron cargo del Colegio a partir del 1 de febrero de 1924. Ésta fue una idea afortunada, teniendo en cuenta que se estaban acogiendo huérfanos con edades comprendidas entre los nueve y los doce años, edades en que se precisa mucho el calor y cariño maternal. Pero además la presencia de las hermanas suponía, enormes ventajas para el Colegio. No sólo auxiliaban a los profesores en sus tareas, sino que además se hacían cargo del lavado, composición y recomposición de las prendas de los niños y de la ropa de cama, con el consiguiente ahorro económico.
Las dificultades de alojamiento ya habían sido resueltas para los varones, faltaba ocuparse de las niñas. Éstas debían ser acogidas en otra institución distinta.
Las huérfanas de
Artillería e Ingenieros llevaban bastante tiempo instruyéndose en el
Colegio de las Religiosas Escolapias con gran satisfacción de la
Asociación. Por ello el Consejo de Administración del Colegio decidió,
en sesión celebrada el 1 de mayo de 1923, enviar a las niñas al Colegio
de las Escolapias de Alcalá de Henares". |
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En el momento del ingreso se le entregaba a cada huérfana un equipo de ropa en el que se incluía el uniforme de diario, un severo vestido negro y el de paseo. Además la Asociación debía pagar 100 pesetas por alumna por el uso del material y mobiliario durante su permanencia en el colegio.
El tiempo máximo de estancia en el colegio para las huérfanas era de ocho años, dividido en dos períodos dé cuatro, uno forzoso y otro voluntario. El período forzoso era el comprendido entre los diez y los catorce años. El voluntario podía ser completo o parcial, anterior o posterior al forzoso, pero sin solución de continuidad en los ocho años de permanencia máxima.
La Asociación de la "Inmaculada Concepción" fue declarada como de beneficencia particular docente. Colocada bajo el alto protectorado del Estado, ejercido por el Ministerio de Instrucción Pública, gozó de todos los beneficios que la legislación concedía a todas las instituciones calificadas con este carácter. No obstante, como organismo castrense dependía del Ministerio de la Guerra para todos aquellos asuntos relacionados con la enseñanza, disciplina y organización.
En el año 1928 se efectuó en el edificio la primera reforma de importancia, con la agregación de una nueva planta, que permitió aumentar su capacidad en 90 plazas.
El Colegio acogía preferentemente a los huérfanos en edad escolar y de bachillerato. Los mayores, que cursaban estudios en la Universidad o en Escuelas especiales, permanecían en sus casas, siendo la Asociación la encargada de costearles las matrículas, los libros y la pensión alimenticia".
La llegada de la República supuso, como para el resto de los Colegios de Huérfanos del Ejército, un duro golpe. Sufrieron recortes tanto en personal como en asignación económica.
El Ejército atravesaba uno de los momentos más difíciles de su historia. Azaña suprimió la Academia General Militar y, por tanto, se suspendió ese año la convocatoria de ingreso. Una orden de la Secretaría de Guerra del bando nacional de 9 de agosto de 1937 dispuso el funcionamiento provisional del Patronato de Huérfanos de los Cuerpos de Estado Mayor, jurídico Militar y Sanidad (Medicina, Farmacia y Veterinaria). Al mismo tiempo se designaban los cargos que habían de componerlo: un presidente, un tesorero, un secretario y dos vocales, cada uno en representación de un Cuerpo. Además se fijaba su residencia en Valladolid, pues Madrid estaba en zona republicana. Se designa igual- mente la junta que había de constituirlo, que estaría integrada por un miembro de cada uno de los Cuerpos citados.
Una de las principales preocupaciones de la junta fue disponer de un centro donde poder acoger a los huérfanos. Como solución se pidió ayuda al Patronato de Santiago para Huérfanos del Arma de Caballería. Su presidente se comprometió a albergar en su centro a los huérfanos de estos Cuerpos, tanto en calidad de internos como externos, mediante el pago correspondiente de las pensiones al colegio. Como la situación económica del Patronato era muy precaria, el Colegio de Santiago mostró su solidaridad y generosidad, prometiéndoles no apremiarles en el pago de las cuotas.
Durante el primer año el Patronato sostuvo a doce internos y cuatro externos, habiendo ingresado uno de lo huérfanos en Telégrafos y otro en la Escuela Naval, entonces en Cádiz. El hecho de que el Colegio de Santiago no dispusiera de plazas para huérfanas y la imposibilidad de encontrar otro emplazamiento adecuado debido a las circunstancias bélicas de. momento, obligó a asignar a aquélla,, la condición de pensionistas, abonándoles mensualmente una peseta diaria, que se giraba a las familias cada dos meses.
Posteriormente el Patronato inició las tareas de organización interna y propaganda. Se dirigió a los jefes de cada uno de los Cuerpos que lo integraban interesándoles relación de adheridos y socios.
Los huérfanos de la Inmaculada que se estaban preparando para esta prueba, tuvieron que desistir e inclinarse por estudios de bachillerato. Asimismo, un alumno del Colegio que se preparaba para el ingreso en la Armada y que estaba en su casa disfrutando de la pensión escolar tuvo también que abandonar la preparación y reingresar en el centro, para iniciar los estudios de bachiller.
Durante la guerra civil el edificio del colegio fue ocupado por el Frente Popular y convertido en cuartel. Nada se sabe de los huérfanos. Como en otros colegios, es de suponer que se dispersaran. Es muy probable que los pequeños volvieran a sus hogares y que los mayores ingresaran en las filas de cualquiera de los bandos en conflicto.
Una vez finalizadas las obras, en 1941, se hace cargo de la administración, dirección y enseñanza del Colegio la Institución del Divino Maestro, que también regentaba el Centro de Carabanchel Bajo.
En el año 1943 se da un paso importante con la desaparición de los Patronatos de las distintas Armas y Cuerpos y su agrupación por categorías militares dentro del Ejército de Tierra. El Colegio de la Inmaculada se integra en el Patronato de Huérfanos de Oficiales del Ejército, dependiente de la Dirección General de Enseñanza Militar, con la calificación de "asociación benéfico particular".
Esta nueva etapa discurre con total normalidad hasta que, durante el curso 1949-50, el Patronato procede a la realización de las más importante de las reformas ejecutadas en este edificio. Se construyen nuevos servicios de higiene; se adosa un cuerpo de dos plantas para enfermería y terraza; se amplían las clases; se sanean los dormitorios; se le dota de nueva y buena calefacción y se revocan las fachadas, que- dando el edificio con un nuevo aspecto agradable y acogedor.
Durante los años cincuenta, 150 huérfanos cursaron en este centro los estudios correspondientes a los cuatro primeros años del bachillerato. Progresivamente se le incorporan nuevas mejoras. Así, en 1952 se dotó al colegio de una nueva capilla-salón de actos, de una sala de juegos y se construye una nueva planta.
En 1977 se realizan nuevamente una serie de reformas con objeto de convertir el centro en Residencia universitaria femenina, adecuada a las necesidades del momento, con una oferta de 80 plazas para huérfanas e hijas de asociados. Esta función, que continúa desempeñando en la actualidad, se inició bajo la dirección de la Comunidad de religiosas franciscanas misioneras de la Inmaculada Concepción. Ese año se inaugura el curso con total normalidad, quedando cubiertas todas las plazas, repartidas en 18 salas de cuatro camas más una de tres.
En junio de 1982 se hace cargo de la presidencia el General don José Antonio Clavería. Realiza una vista al centro, muestra un gran interés por las instalaciones y acuerda con la hermana superiora realizar algunas mejoras. Pasan los años y cada vez se va haciendo más necesaria la realización de distintas reformas, urgentes en algunas ocasiones. Una de las más importantes fue la transformación de los dormitorios en otros más reducidos, de dos plazas, con cuarto de baño independiente, realizándose las obras entre julio y octubre de 1988. Durante ese tiempo las residentes tuvieron que alojarse en casas de familiares o amigos.
En el año 1994, con motivo de la visita del general presidente don Luis Mateo Canalejo, se determina la reforma de la capilla del colegio. En el mes de junio comienzan las obras y la nueva capilla es inaugurada y bendecida por el vicario general Castrense, el 20 de octubre de 1994.
En junio de 1996, y por necesidades de la Orden, las monjas franciscanas dejaron la dirección del Centro. Las instalaciones que aquéllas ocupaban se transformaron en nuevas habitaciones para las residentes, dado que el índice de ocupación es permanentemente del 100%. Tras la reforma, la Residencia de la Inmaculada cuenta con 77 plazas, ocupadas en su mayoría por universitarias, y en menor grado por opositoras, másters, etc., al igual que las residencias masculinas del Patronato. Sus características (ubicación, habitaciones con baño, etc.) justifican el éxito de su demanda. |