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A las 13,30 el General Marin – Representante de la Reina en ese Acto- ocupó la Presidencia acompañado por las autoridades Militares, Civiles y Eclesiasticas, y al terminarse la comida, los colegiales huérfanos aparecieron en el salón recibiendo los aplausos que con cariño les brindaron todos los comensales.
"Con esta solemnidad tan grandiosa y de momentos de tan gratos recuerdos para todos, creo que solo puede pronunciarse un brindis: ¡Viva el Rey! ¡ Viva la Reina ¡.”
Siguió la fiesta
acompañada de bailes y refrigerios culminando finalmente con la
tradicional comida de “migas” que aunque no llegó a servirse, sirvió
para refrendar el “nudo de compañerismo común a todos los que visten el
mismo uniforme”. Han pasado por este Colegio -que si en un principio suponia la antesala de la carrera militar -multitud de Pinfanos, en el transcurrir de los años y a partir de 1943 fecha en que se reconoción al Colegio de Santiago como centro de enseñanza media y posteriormente como Residencia de Huérfanos, se fue actualizando sus sistemas y modernizando su enseñanza e impartiendo educación diversa y multidisplinar y preparación para la Universidad, desde cuyo centro han salido grandes profesionales de todas las ramas de la ciencia |
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Ejemplo admirable y verdaderamente notable por lo
grandioso ha dado el Arma de Caballeria con motivo de la inauguración
del Colegio de Santiago, nuevo centro instructivo creado para la
educación de los desgraciados huérfanos,
hijos de jefes y oficiales de Arma tan distinguida. La apertura de aquél
ha servido para darse cita en nuestra población cuna de la
mayoria de los oficiales de Caballeria, varios
generales procedentes de ella, casi todos los coroneles, e innumerables
jefes, capitanes y subalternos, llenos todos de gran entusiasmos y
rebosando orgullo y satisfacción por la participación que a cada uno
corresponde en tan benéfica obra... “ ... el acto reralizado por el Arma de Caballeria es digno de la hidalguia y caballerosidad que le es proverbial. La cooperación de todos sus jefes y oficiales hará sostener un centro de instrucción donde adquirirán escogida educación infelices criaturas que hallarán mas tarde relativo bienestar cuando de otro modo ... llegara a fallarles lo preciso para la vida....”
"Yo jugué mucho al futbol
de chico y aun de adolescente. En el Colegio de Lourdes, de Valladolid,
era una potencia entonces, en los años treinta y con frecuencia,
mediamos nuestras fuerzas con otros colegios de segunda enseñanza: los
jesuitas, los maristas o los muchachos del Instituto. No es preciso
decir que unas veces ganábamos y otras perdiamos, pero en cualquier
caso, siempre quedaba vivo un deseo: remachar el triunfo obtenido o
tomarnos el desquite de la derrota. Habia, no obstante un colegio en
Valladolid que siempre nos vencia: el colegio de Santiago para huérlanos
de Arma de Caballeria. He dicho que nos vencia cuando será mas exacto
decir que nos barria, literalmente nos aplastaba por tanteos
contundentes que, todavía lo recuerdo, rara vez bajaban de nueve a cero
o el catorce a dos. No creo que en aquel campo de tierra apelmazada que
los huérfanos tenian en la trasera del edificio escolar de la calle de
Muro alcanzaramos nunca un resultado mas halagüeño que el de los seis o
siete goles de diferencia. Y ¿qué tenian los huérfanos de Caballeria que
no tuviéramos el resto de los escolares de Valladolid ? ¡Ah, los
huérfanos! Aquellos mozos practicaban un futbol precursor, hecho de
inteligencia y sobreentendidos, apoyado en una velocidad de diablos, una
entereza de atletas y un finísimo toque de balón. Posiblemente todo ello
dependiera de su preparador fisico o del frecuente ejercicio de este
deporte, lo cierto es que aquellos muchachos ejecutaban otro futbol. Para mayor escarnio, los huérfanos jugaban en alpargatas si n que sus empeines parecieran resentirse de los secos trallazos que enviaban desde treinta metros contra nuestra porteria con aquellos balones recios, coriáceos, que, como dice Vicente Verdú en su estupendo y divertido libro El futbol, mitos, ritos y símbolos, <<trascendía el vaho de su vejiga (protegida por talco) y la biografia del cuero al que se le dispensaban cuidados vitalizadores dejándole secar al sol y embadurnándole con grasa>>. Para los huérfanos este pelotón pesadísimo no constituía el menor obstáculo. Sus rapidísimos pies ensayaban el tiro a gol desde cualquier punto y en cualquier circunstancia, sin preparación alguna, y, a menudo, como el lector podrá deducir de los tanteos consignados, lo conseguían . Su movilidad, sus disparos durísimos, con unos pies prácticamente desnudos, me asombraban, hasta el punto de que hoy, a cuarenta años de distancia, todavía los recuerdo con admiración." |