EL MAR 

 

 

CAPÍTULO I

 

La primavera estaba a punto de terminar y los días ,además de irse haciendo más largos, comenzaban a ser calurosos. Era sábado y tenía toda la mañana para él solo. Su mujer y su hija , se iban de compras y el hijo tenía partido de baloncesto. No jugaba mal el chaval ,claro que ,pensaba Mundi, con los medios que tenían ahora, así cualquiera. Polideportivos cubiertos, balones de caucho, botas con mil sistemas de amortiguación del salto, tableros de fibra, aros que permitían machacar sin dejarte las muñecas  porque cedían, masajistas , fisio- terapeutas.. .Le hubiera gustado verle jugar en las condiciones que jugaban los divinos que conoció en su paso por los colegios. Campos de tierra, donde era casi imposible que el balón botara de forma controlada, tableros de madera que, poco a poco, se iban cuarteando, aros inclinados o temblones de puro hierro y sin redes la mayoría de las veces, duchas  con agua fría, balones que ,al principio, eran de cuero aunque luego ya llegaron los otros .. En fin ,que cada vez les daba más mérito a sus compañeros de aquellos años, que se pegaban las grandes sudadas, embutidos en sus trapillos, si querían aprovechar la hora del recreo para jugar unas canastas .

 

Decidió ir a darse un paseo por las afueras. Lo bueno de la ciudad en la que vivía es que,  salieras por donde salieras, los munícipes lo habían organizado de tal manera que siempre encontrabas unas zonas verdes entre árboles y césped ;habían echado el resto , sobre todo, en la parte que más le gustaba a Mundi, la zona próxima al gran río. Las riberas habían sido rehabilitadas y un manto de  verde césped ,cortado por caminos perfectamente acondicionados , permitía darse unos largos paseos disfrutando del contacto con la naturaleza.

 

A Mundi, le gustaba más la ribera que quedaba al otro lado de la ciudad ,porque ,la ciudad ,se apoyaba, por el norte, sobre el río, pero era remisa a traspasarlo y sólo, algunas instalaciones deportivas ,unas bodegas de renombre, un grupo pequeño de casas ,el cementerio y un polígono industrial ,estaban al otro lado. Bien es verdad que, a escasamente un kilómetro del río, llegaban los límites de otras dos provincias. Pero esa no era la razón ,daba igual ,algo hacía que sus convecinos hubieran vivido durante muchos años de espaldas al río y sólo en verano, cuando antes se podía bañar en él o cuando había alguna crecida ,se acordaban  de que existía.

 

En el buen tiempo, se animaban un poco más ya que, con el estiaje, se formaba una pequeña playa de canto rodado ,que el ayuntamiento completaba con arena .Un embarcadero donde alquilaban barcas de dos remos , un par de merenderos  y una gran chopera con mesas   y bancos  para poder comer ,completaban la oferta. Pero, sobre todo, los habitantes de su ciudad, recordaban la existencia del río  cuando tenían que atravesarlo para enterrar a un ser querido. A lo mejor ,esa era la razón por la que ,hasta hacía poco, el otro lado del río fuera un lugar que estaba allí y nada más.

 

 Después, vino el desarrollo ,el río comenzó a contaminarse y pocos eran los que se bañaban en él; el acondicionado de las riberas y sobre todo, la construcción de una gran instalación deportiva con piscinas de invierno y de verano, es lo que hizo que la gente se fuera animando a pasar el río. La verdad es que no sería por falta de medios, ya que cuatro puentes  y una pasarela peatonal ponían en contacto las dos orillas.

 

-Buenos días D. Segismundo,¿lo de siempre?.

 

-Si, Antón, buenos días. Menudo tiempo tan estupendo que hace.

 

Antón, el quiosquero, llevaba vendiéndole los periódicos desde que montó su chiringuito. Sabía que los sábados y los domingos ,Mundi, se llevaba dos periódicos, uno local y otro de ámbito nacional .El resto de días de la semana ,con el local era suficiente. Su mujer se encargaba de las revistas del corazón.

 

-Y que lo diga.-respondió el quiosquero ,mientras le alcanzaba los periódicos de entre los que tenía apartados para la clientela fija-A este paso, en verano, nos achicharraremos.

 Mundi pagó y antes de que Antón empezara a hacerse conjeturas sobre cómo quedaría el Madrid ese sábado, hizo mutis por el foro, aprovechando que llegaba otro cliente.

 

Caminó despacio y poco a poco, se fue alejando del bullicio de una ciudad en sábado por la mañana .Por unas callejuelas del casco histórico, fue llegando a la zona donde se encontraba unos de los puentes. Pasó junto al antiguo Hospital Provincial y  al llegar a sus traseras no pudo menos de acordarse cuando, de pequeño, en verano ,con la cuadrilla del barrio, se acercaban a esa zona para, a través de una verja que circundaba el hospital, tratar de ver algo en el “cuarto de las patatas”.Ese “cuarto “,que llamaban ellos, era una sala pequeña de autopsias, en semisótano ,destartalada y vieja, donde el forense de turno cumplía con su obligación. Como la sala carecía de ventilación adecuada, había veces ,sobre todo en verano, que el galeno  abría la puerta para que entrara el aire  y al estar tan cerca de la verja ,ellos ,los mirones, podían adivinar algo de lo que allí se hacía, aunque ver ,lo que se dice ver, poco veían.

 

El puente no estaba muy transitado. Le llamaban el de “piedra “ porque estaba hecho de ese material y era de siete ojos. Databa de mil ochocientos y pico .A ambos lados disponía de unas estrechas aceras para peatones y por el centro ,discurría la calzada de dos direcciones para vehículos. Era el más antiguo de todos ,posteriormente se hizo otro, el de “hierro“, todo de estructura metálica, de cuatro ojos. Así estuvo la ciudad ,con esos dos puentes, durante muchísimos años, hasta que la modernidad trajo dos puentes más de hormigón , de un sólo ojo y la pasarela  peatonal.

 

 Algunas personas en chándal, lo atravesaban caminando con paso rápido haciendo un ejercicio que, reconocía Mundi , era conveniente ,pero ,él, no tenía fuerza de voluntad para ponerse a la tarea. El río bajaba con bastante caudal  ya que se estaban produciendo los deshielos. El tráfico de vehículos por el puente no era muy grande ,“domingueros“, pensaba  Mundi ,que se van a pasar el día fuera. Dos mujeres ,“una madre y una hija” ,se imaginó,  le adelantaron .La madre llevaba un ramo de flores. “Al cementerio, seguro, van al cementerio“, dijo para sus adentros.

 

A la mitad del puente se detuvo y se apoyó en la barandilla. Aguas abajo, el río circunscribía a un islote lleno de vegetación, donde el Ayuntamiento había instalado unos altos postes, en cuyo final, había unos incipientes nidos para que las cigüeñas se animaran a anidar ,descargan- do ,de esa forma , a los tejados y campanarios de las iglesias cercanas, del peso de los imponentes nidos que éstas fabrican. La cosa no había ido mal, ya que, varias familias de zancudas, anidaban en ellos.

 

Al final del puente, todavía se conservaba la caseta que antaño había sido el fielato ,hoy, trasformada en lugar de contacto e información a los peregrinos que hacían el Camino, porque ,la ciudad, era un punto importante del Camino de Santiago. La rebasó , giró a la derecha y se encontró con unas escalinatas por las que bajó al paseo de la ribera. Caminó despacio, mientras escuchaba el crotoreo de las cigüeñas. Pasó junto a uno de los bancos y decidió sentarse en él. Estaría a unos diez metros del río ,a la sombra de unos chopos.

 

La panorámica no era mala, ni mucho menos. Al fondo, la parte antigua de la ciudad se reflejaba en el río. Tres torres de iglesias, se perfilaban por encima de los tejados, cada cual de un estilo diferente. A la derecha, el puente que acababa de atravesar y limitaba la panorámica por ese lado ,hacía un duplicado inverso sobre el espejo de las aguas, dando la sensación de que  sus  ojos eran grandes círculos. Se oía perfectamente el sonido del agua cuando rompía contra los pilares del puente.

 

 Mundi se encontró a gusto. Abrió el periódico.¿Por qué empezaba siempre los periódicos por la contraportada?.Un sonido rítmico le llamó la atención y levantó la vista . Por el centro del río y a contracorriente, una canoa con dos remeros remontaba el río. El ruido, lo producían los remos al penetrar en el agua de forma sincronizada. ¡Plasch!, ¡plasch!, ¡ plasch!….

 

¡Plasch!, ¡plasch!¡plasch!…

 

-¡Agárrate, Beni!-

 

-!Joer,! ¿qué te crees que estoy haciendo?-dijo su amigo con un hilo de voz, para que los otros no le tacharan de cobarde.

 

   Ese verano habían decidido que irían los dos al castillo de Santa Cruz.

 

 CAPÍTULO II

 

 El viaje había sido largo, muy largo, pero como iban todos juntos desde Madrid no se lo pasaron mal. Cantaron mil y una canciones .Cuando llegaban a las estaciones donde el tren paraba, dando la sensación de que se iban a quedar allí para siempre ,se asomaban a las ventanillas y eran el foco de atención de los que se encontraban en los andenes ,sobre todo, del personal femenino de su edad. Los inspectores que viajaban con ellos se encargaban de mantener el orden ,aunque a duras penas. A muchos de ellos , la mayoría, una idea les iba ocupando sus pensamientos: pronto verían el mar por primera vez. Esto les creaba un hormigueo que les recorría el cuerpo, más intenso, conforme menos tiempo quedaba para llegar.

 

 Al final llegaron y cuando lo hicieron ,ya era de noche. Unos camiones ¿o fueron autobuses? de Capitanía les llevaron hasta Santa Cruz. La noche estaba oscura y una especie de neblina no les permitía ver más allá de unos metros del muelle y lo que se veía era una masa de agua grisácea ,que se movía de forma amenazadora ya que ,la marea, estaba alta y las olas batían fuerte.

 

Mundi y Beni se quedaron quietos tratando de asimilar un entorno desconocido para ellos: e l castillo  perfilándose al frente, rodeado por el agua , el ir y venir de las olas con su sonido monocorde y sobre todo, el olor a salitre. Al fondo, a un costado, como referencia, las luces de La Coruña.

 

-Que poco somos Beni -dijo Mundi.

 

-Y que lo digas -contestó el otro.

 

- No sé si me atreveré a meterme ahí.

 

-Yo tampoco, esto no es la piscina del colegio.

 

Alguien les interrumpió:

 

-¡A la barca! -dijo.

 

La barca estaba allí ,grande, de ocho remos ,con capacidad para 15ó 20 ,esperándoles para pasarlos al castillo y la frase provenía del barquero ,un tipo agradable y corpulento, que dominaba el timón de una manera que a Mundi le maravilló.

 

La barca era el medio de comunicación entre el castillo y la orilla cuando subía la marea.

 

A Mundi le dio al principio cierto reparo ya que era la primera vez que se subía a una barca y además en el mar .Ocho de los mayores ,veteranos en esas lides , se hicieron cargo de los remos. El barquero organizaba el embarque. Al irse cargando la barca, el mar daba la sensación de que se quería meter dentro y Mundi no pudo menos que agarrarse fuerte a la tabla que hacia de banco. Beni, era otra cosa, su miedo tenía como expresión la palidez de su cara y los nudillos de las manos blancos de tanto agarrarse. No decía nada, con la mirada fija en el castillo , daba la sensación como si quisiera ,con la fuerza de la mente, acercarlo lo suficiente, como  para que el viaje fuera lo más corto posible.

 

Aquello empezó a moverse y la quilla de la barca rompía la masa de agua con un chapoteo que golpeaba el casco y de paso, les lanzaba algunas gotas de espuma con sabor a sal.

 

Plasch, plasch…, el barquero ,al timón, daba instrucciones .Los remos entraban en el agua con un ritmo pausado, pero regular. Parecía como  si la parte sumergida del remo se doblara dentro del agua .Beni ,seguía mirando fijamente al castillo y le daba la sensación de que aquello no avanzaba nada. Mundi ,se conformaba con mirar el agua viendo que llegaba hasta un palmo o palmo y medio de la parte superior del casco. Conforme iban llegando al castillo, el sonido del mar se iba haciendo más fuerte a causa del romper de las olas contra las rocas del islote. Eran escasos trescientos metros, pero les dio la sensación de que era toda una travesía.

 

Por fin llegaron y a través de las escaleras del pequeño muelle subieron a tierra firme. A Mundi de esa noche se le quedaron grabadas unas cuantas cosas: El ruido de las olas ,hasta entonces para él desconocido, la humedad de las sábanas cuando se metió en la cama, ya que al haber estado cerrado durante todo el año, falto de ventilación, el propio edificio, había absorbido toda la  del ambiente y sobre todo ,la sensación de impotencia ante la presencia de la fuerza de la naturaleza ,que le hizo estarse toda la noche en una casi continua vigilia ,incapaz de descabezar un sueño, tratando de adivinar el momento en que las olas daban el golpe a las rocas. Sólo allá ,en los albores del nuevo día, se quedó transpuesto y cuando se despertó sintió que algo le faltaba y echaba de menos. El ruido amenazador de las olas había desaparecido y a través de las ventanas enrejadas, pudo ver un mar  verdoso y tranquilo pero, sobre todo, un mar inmenso.

                                               

Los acontecimientos se sucedían de forma precipitada. No les dio tiempo a recuperarse de la impresión del viaje y al día siguiente, ya estaban metidos en otra aventura que les hacía tragar con dificultad la poca saliva que generaban: el baño.

 

En realidad la razón de ser de esas colonias de verano ,que se organizaban en el castillo, era eso precisamente ,que la pinfanada pudiera pasar un verano feliz ,disfrutando de cosas que ,de otra manera, les serían inalcanzables, entre otras ,conocer el mar, para muchos ,la mayoría,  totalmente desconocido.  Por eso, la vida ,durante el tiempo que estaban allí, giraba en torno al baño. Hiciera nublado o sol ,el baño no se perdonaba y eso que ¡mira que estaba fría el agua! .

La cosa estaba bien organizada, los mayores se ponían en círculo en el agua y los que no sabían nadar “se lanzaban” al líquido elemento y entre el sentido de supervivencia , un poco de ayuda y unos cuantos lavados de estómago con los tragos de agua salada, terminaban saliendo a flote; luego era cuestión de imitar el estilo de los perros al nadar y después ,el perfeccionar el mismo , era cosa de trabajo personal.

 

La cosa vista así parecía un poco complicada pero asumible ,no así para Beni. Durante los dos o tres primeros días practicó el escaqueo ,arte aprendido a lo largo de sus muchos años de pinfanato a pesar de su edad. Mundi se lo explicó, le dijo que él tranquilo, que en el mar, según decía su antiguo compañero Jorge ,que de eso sabia mucho, se flotaba muy bien por lo de la sal y que a malas, a malas ,siempre estaban los mayores para echarle una mano .

Beni escuchaba con atención lo que le decía Mundi, incluso asentía con la cabeza, pero ,al día siguiente, con su traje de baño puesto, seguía escaqueándose. Hasta que le pillaron ,en la zona de los cañaverales, un par de veteranos y ahí se terminó su escapatoria.

 

Lo llevaron  donde estaba el círculo hecho y a pesar de que él estaba recitando de memoria la historia que se había preparado ,de un dolor de tripas imaginario ,no le dieron tiempo a terminarla y  alguien le dijo:¡al agua!

 

CAPÍTULO III

 

Ni ,por favor ,ni nada, sencillamente le empujó desde las escalinatas del muelle. A Beni no le dio tiempo ni de taparse la nariz, cayó como un fardo con los ojos cerrados y al entrar al agua una sensación de frío horroroso le invadió todo el cuerpo. Sin hacer nada, salió a la superficie y cuando, en una fracción de segundo, empezaba a pensar que aquello era jauja y que Jorge tenía razón en lo del flotar, se hundió. Empezó a patalear, no veía nada, el agua le picaba en los ojos y el poco aire que llevaba en los pulmones ,se le terminaba, braceó con fuerza y consiguió volver salir a la superficie, pero como le faltaba aire, abrió la boca y ahí es donde pegó su primer trago de agua marina, que le hizo toser y de paso, volver a sumergirse. Unas manos tiraron de él para arriba ,un arriba relativo ,pues apenas cubría un par de metros, pero a él le pareció que había estado en una sima interminable .La secuencia había durado unos segundos pero  tuvo la sensación de que había sido mucho, mucho tiempo. Cuando en la orilla recuperó el aliento y recompuso la figura ,junto a él estaba su amigo Mundi que había presenciado la escena.

 

-Ya has pasado lo peor. Verás como, poco apoco, vas dominando la cosa. Trata de empezar desde la orilla apoyándote las manos en el fondo y verás como el cuerpo flota, cuando las manos ya no lleguen   al fondo, haz con los brazos como hacen los perros cuando nadan  y  sin darte cuenta irás manteniéndote a flote.

 

Así es como había aprendido a nadar Mundi, pero en río.

 

Beni, mientras se sonaba la nariz con los dedos tratando de sacarse la sal que creía tener dentro, le dijo:

 

-Cuando yo estaba en el agua,¿has notado que el mar bajaba de nivel?.Te lo digo, porque creo que me he bebido medio océano.

 

Beni progresaba con lentitud y cuando vio que se mantenía a flote, fue cogiendo más confianza, lo que  supuso que alguna vez bajara  la guardia  ,cosa que traía consigo  el correspondiente trago de agua. Decidió que lo suyo era la braza y así él y Mundi,  empezaron a dominar la técnica, hasta el punto de que ,los días que subía la marea, llegaban perfectamente desde el Castillo hasta la playa nadando.

 

Plasch, plasch…,

 

 Mundi miró al río y vio que los remeros volvían a pasar ,esta vez en dirección contraria, lo  que suponía menos esfuerzo por ir a favor de  corriente.

 

Tres mozalbetes ,provistos de una pequeña caña de pescar y un cubo, pasaron delante suyo y unos cuantos metros más allí, se acercaron a la orilla. El del cubo sacó cebo ,¿lombrices?, que colocó en el anzuelo ,el de la caña lanzó el sedal con el anzuelo al agua y los tres se sentaron tranquilamente esperando que algo picase.

 

 

¡Mete la mano!-dijo Mundi.

 

¡Una leche!-le contestó Beni-Lo mismo te crees que quiero quedarme sin brazo.

 

Otro de los entretenimientos del tiempo que pasaban en el castillo era la pesca, pulpos, navajas, percebes, almejas, peces, de todo había en las inmediaciones del castillo ,sobre todo, cuando bajaba la marea. Ellos estaban tratando de coger un pulpo que estaba en una oquedad de las rocas. Le habían visto al barquero que metía el brazo en los agujeros rocosos y cuando el pulpo se enganchaba al brazo tiraba de él. Claro que eso lo hacía el barquero que tenía el brazo como un poste de telégrafos, pero lo de ellos era otra cosa. Decidieron fabricarse un artilugio a guisa de garfio. Uno, metía primero un palo y cuando el pulpo enroscaba el palo, el otro, con el garfio, enganchaba al pulpo y así lo sacaban.

 

La pesca era otra historia. En una de las zonas del islote del castillo había un cañaveral, cuando quedaban pocos días para terminar las vacaciones ,los aficionados a la pesca cortaban unas cuantas cañas que se quedaban allí durante todo el año hasta el siguiente verano. Ellos o los que fueran en su lugar ,siempre tenían una cañas secas dispuestas para ser empleadas.

 

El cebo se conseguía en el pueblo y más en concreto ,en la fábrica de conservas que ,por un par de pesetas, les daban sardinas de deshecho con las que cebaban la zona donde pescaban.

 

Entre una cosa y otra conseguían, más de una tarde, pegarse una buena merendola ,de lo más variada, contando con la complicidad de los que llevaban la cocina a cambio de participar en el festín.

 

Así transcurrían los días, disfrutando como locos con un montón de experiencias nuevas y para ellos impensables. Por las tardes salían al pueblo y de paso, aprovechaban entre otras cosas para arramplar una cuantas manzanas de los huertos cercanos.,sobre todo, de uno que había en la carretera que iba hacia Meirás Esto hacía que en más de una ocasión tuvieran que salir corriendo con algún perro detrás.

 

La relación con los vecinos del pueblo no era mala, todo lo contrario, pero quieras o no alguna vez surgía un chispazo que la rompía. Una de las veces fueron ellos ,precisamente ellos ,el detonante.

Una tarde, recordaba Mundi ,como Beni y él estaban merodeando por la entrada del baile del pueblo ,un salón que en invierno se usaba como cine; un grupo de chicos del pueblo se dirigían hacia el local acompañados por dos o tres chicas. Una de ellas, al pasar junto a la pareja le lanzó una mirada a Beni que éste interpretó como un:”Eres el chico de mi vida”.

 

Así que Beni ,ni corto ni perezoso, se fue hacia el grupo y sin más preámbulos ,dirigiéndose a ella, le dijo: “Hola ,me llamo Beni,¿vienes conmigo a dar una vuelta?”.Uno de los del grupo ,  el que parecía el líder, le miró de arriba  abajo y le espetó: “Y a ti,¿quién te ha dado vela en este entierro?”.

Beni seguía mirando a la chica y sin mirarle al otro le dijo:”Tu padre ,que las está vendiendo en aquella esquina”.

 

La contestación les debió hacer mucha gracia a las niñas del grupo porque rompieron a reír , lo que enfureció al aludido que ,con voz ronca, le dijo a Beni.”Te voy a apretar una que ..”,ahí, no estaba muy seguro Mundi, si lo que el otro le dijo a Beni fue “Te van a sonar los mocos a calderilla” o “Vas a batir palmas con las orejas”.Fuera lo que fuese ,Mundi decidió que era el momento de intervenir .En situaciones como éstas ,era Nico quien se encargaba de sacarle las castañas del fuego a Beni ,pero Nico no estaba y Mundi entendió que debía asumir tal responsabilidad. .Así que, con aspecto resolutivo, se fue hacia el líder y le dijo:”¿A ti que te pasa ,chaval?”

 

El otro miró a Mundi como valorando la nueva amenaza y al parecer, la comparación le salió favorable, así que le contestó:”Me pasa ,que en vez de apretarle el guantazo a él, te lo voy a dar a ti ,chulito de mierda”

 

Mundi parecía como si estuviera esperando esa contestación porque, al momento, le dijo.”¿Con qué mano, chaval?”.Arrastrando las palabras en plan chulo,pero chulo ,chulo.

 

Esperaba que el otro le contestara, con ésta o esta otra, para ,ipso facto, contestarle con la misma chulería:”¿Y si te la ato?”.

 

Pero, el otro ,no estaba por dar pistas y lanzó la primera que cogió a Mundi totalmente desprevenido. No recordaba muy bien si le había venido por la derecha o era la derecha del otro, lo importante es, que el oído empezó a zumbarle con un pitido sordo. La siguiente, la segunda, le llegó en décimas de segundo y empezó el pitido en el otro oído.

 

Los pínfanos ,en situaciones críticas ,se ayudan hasta las últimas consecuencias, y ésta era una de ellas, así que cuando Mundi y Beni, se lanzaron a por los otros, no lo hicieron solos, ya que ,tres o cuatro colegas, que pasaban por allí ,se metieron en la trifulca como un sólo hombre. La cosa hubiera terminado en batalla campal de no ser por un par de hombres del pueblo y un inspector ,que lograron separarlos. Y ahí es cuando se produjo el momento de gloria para Mundi porque, cuando le sujetaba uno de los hombres, dirigiéndose al que le había calentado las orejas le dijo:¡De buena te has librado ,chaval,,de buena te has librado!”.

 

Cuando todo hubo pasado, Beni le dijo a Mundi:”Gracias”.

 

Esa palabra en boca de su amigo ,le compensó  el trance vivido.

 

CAPÍTULO IV

 

Un día, al atardecer , estaban sentados los dos en la playa ,hombro con hombro, comiéndose a medias una manzana mientras miraban al horizonte, donde, un pedazo de sol anaranjado, se resistía a desaparecer. Los bañistas, ya se habían  ido. Allí estaba el mar que tanto influjo ejercía sobre ellos, tranquilo ,con unas suaves olas que llegaban hasta la orilla para retirarse después; al poco, otras las relevaban. Era el mar de los mil colores: blanco ,de la espuma al romper  las olas en la orilla ,azul y verde turquesa ,de la proximidad ,azulón, del reflejo de los bancos de algas, azul marino, de la lejanía ,gris oscuro, de las tempestades ,anaranjado de los crepúsculos … El mar de los descubridores ,de la emigración ,el mar de  su amigo Jorge cuando veraneaba en Canarias y Mundi sin conocer otro, decidió que ése era su mar .

 

Un inmenso carguero  acababa de salir del puerto de la Coruña y se adentraba en ese mar interminable. Estaban los dos juntos, pero cada cual con sus pensamientos, ensimismados ante el panorama que tenían delante .  De pronto Beni rompió el silencio.

 

-Aquí le llaman  “la mar”-susurró .

 

-Si,es un nombre muy bonito ,me gusta más que el mar, lo envuelve en una especie de misterio-le contestó Mundi mientras le pasaba la manzana.

 

-Si estuviera aquí Nico-dijo -diría algo así como:”Menudo sorbo”

 

-Si,-contestó Mundi-tenía muy buenos dichos.

 

-No me lo quito de la cabeza, me ayudó mucho. Era un tío fenomenal, noble como él solo, aunque tenía apariencia de bestiajo. Para mí fue mi hermano mayor.¿qué será de él?.-preguntó Beni.

 

-No lo sé, pero aquí hubiera sido feliz.

 

-A Jorge, esto no le hubiera impresionado ,estaba acostumbrado al mar cuando iba los veranos a Canarias con sus abuelos, aunque también se lo hubiera pasado en grande.

 

-Sí, además, se bañaba en este mismo mar. Para estas fechas ya habría tratado de ligarse a todas las chicas del pueblo-dijo Mundi como con envidia.

 

Volvieron a guardar silencio. Beni tenía la vista fija en el barco que se veía a lo lejos. De pronto sin mirar a Mundi ,con la mirada en el infinito le dijo:

 

-Tengo catorce años, llevo nueve de colegio en colegio embutido en este trapillo, no tengo a nadie, sólo a vosotros, es como si me hubiera criado en unas inmensas jaulas ,y todavía lo que me queda. Necesito libertad, poder ir donde quiera sin que nadie me lo prohíba .Te digo una cosa, Mundi, en el momento que pueda disponer de mi vida, me iré lejos, muy lejos ,como ese barco, a alguno de esos sitios que estudiamos en Geografía y que nos parecen el fin del mundo ,libre de ataduras.

 

Cuando giró un poco la cara ,tenía los ojos empañados. Mundi le echó la mano por el hombro y lo apretó fuerte contra él.

   

Los días pasaban rápido en el castillo y los disfrutaban al máximo, apurando cada instante. Una mañana Beni tuvo una idea.

 

-Esta tarde después de comer nos escapamos y nos vamos por ahí.-dijo con voz de confidente.

-Tú estás loco ,chaval-le contestó Mundi-la marea está alta y no se puede salir, si no es con la barca.

 

-En Madrid, oí a unos del Alto que, cuando ellos eran como nosotros y venían al castillo, se escapaban nadando.- replicó Beni con el mismo tono de confidente.

 

-¿Y qué hacían con la ropa, listo?.

 

Beni parecía que estuviera esperando la pregunta, miró a su amigo y con una media sonrisa le dijo…

 

Allí estaban los dos en la rampa, eran las tres de la tarde ,acababan de comer y se disponían a iniciar su aventura. En pelotitas, lo que se dice en pelota picada, la ropa incluidas las zapatillas, hecha un fardo en la cabeza sujeto con el cinturón que, a guisa de barbuquejo ,pasaba por debajo del mentón. Despacio, se metieron al agua y a su tran tran ,con el estilo de braza más depurado, iniciaron el trayecto. La cabeza erguida, aunque no podían evitar que algo de agua les salpicase la vestimenta.

 

La gente es libre de disponer de su vida y ocio y es con lo que no habían contado los aventureros .Esa  playa, normalmente, era poco frecuentada pero ese día ,justo ese día, en su lugar de arribada, unas rocas en uno de los costados ,había gente que prefería esas horas para estar en la playa ,entre otros, un pequeño grupo de chicas de algún pueblo cercano.

 

Cuando los vieron que llegaban, empezaron a dar voces y más aún, cuando empezaron a salir pertrechados de esa guisa. Esa escena ,Mundi la recordó, años más tarde ,cuando vio salir del agua a Ursula Andrews en la primera película del Agente007 .Claro que, aquí ,la cosa cambiaba ,eran dos y encima como vinieron al mundo. La tal Ursula ,aunque poco, algo llevaba encima..

 

Los dos nadadores se miraron uno al otro con las dos manos tapándose sus partes pudendas y el fardo en la cabeza. Sin decirse nada, dieron media vuelta y lo mismo que habían venido, se fueron. La pega fue que, al llegar a su lugar de destino, les estaba esperando al pie de la escalinata uno de los inspectores, a modo de comité de recepción ,lo que les supuso una semana sin baño y sin salir del castillo. Ahí ,es donde se hicieron aficionados a la pesca.

 

Los jóvenes pescadores ,dieron por terminada su jornada ,recogieron sus bártulos y volvieron a pasar por delante de Mundi. Uno de ellos le miro e hizo un gesto como diciendo:”Hoy se dio mal”.

 

Él echó una ojeada a su reloj y vio que se le había pasado el tiempo volando, se levantó y caminó por el paseo de la ribera con idea volver a pasar el río, esta vez ,por la pasarela peatonal.

 

El tiempo transcurría muy deprisa en el castillo porque se lo pasaban de maravilla y les quedaban pocos días para que terminaran su estancia en esa tierra maravillosa de : acantilados,  praderas,  meigas , santa compaña, , orujos , queimadas,  percebeiros , pulpeiros, mariscadoras , pescadores , emigrantes ,morriñas, caciques,  alvariños , ribeiros , lacón , empanadas, hórreos , muiñeiras, gaiteros ,cruceiros,  marisco , callos , Apóstol , peregrinos, Rosalías, Emilias ,Castelaos, Valles, Camilos ,,rapas, naufragios ,lutos ,carretas… Una tierra que en  el verano, en ese lugar, en Santa Cruz de Lians, acogía a un montón de huérfanos  que, durante esos días de convivencia ,eran felices viviendo experiencias diferentes a las habituales, gozando de un entorno que quedaría grabado para siempre en sus mentes y que recordarían con cariño ,durante el resto de su existencia.

 

¡Esta tarde nos llevan a La Coruña!

 

Todos lo años pasaba , en la Hípica Militar se celebraba un concurso  de categoría nacional. Allí llevaban a los pínfanos a pasar la tarde. Eso si, vestidos de uniforme con gorra de plato con el forro blanco, incluida.

 

Iban  en grupos y desde las inmediaciones del complejo se veía el mar como telón de fondo. Un inmenso trasatlántico, que acababa de zarpar, enfilaba la salida de la dársena en dirección al horizonte, lanzando u n gran penacho de humo por sus chimeneas .Se distinguía a bastantes pasajeros en las cubiertas, que ,todavía, hacían signos de despedida con las manos. Entonces Beni ,que iba en un grupo delante de Mundi, volvió la cabeza hacia él y apuntando al barco con una mano y con una mirada limpia y resuelta, le gritó:¡En uno como ése, Mundi, en uno como ése!

Y Mundi supo que su amigo lo haría.

 

 Mundi ,atravesó la pasarela peatonal camino de casa.

 

También había encontrado una pasarela nueva cuando ,muchos años después, fue con su familia a Santa Cruz, para que conocieran el lugar donde había sido feliz aquel verano. Lo que era entonces un pequeño pueblo de pescadores ,se había convertido en una zona residencial, con bloques de adosados y urbanizaciones rodeadas de jardines .El encanto de la barca de remos para acceder al castillo había desaparecido ya que la pasarela lo unía a tierra firme con lo que, la subida de la marea, era una anécdota. El castillo ya no era propiedad del Patronato y se había convertido en un centro de muestra de fauna y flora de la zona. Servía también de lugar de exposiciones y de aulas de cultura par niños del pueblo y alrededores.

 

Mundi y su familia atravesaron la pasarela precedidos de un grupo de turistas. Cuando subió por las escaleras de acceso al interior y llegó a la zona ajardinada ,comprendida entre el edificio central y las murallas, le pareció que una inmensa sicofonía lo llenaba todo. Ciento y una voces, de  40 años atrás, le hicieron revivir aquellos momentos :”¿Quién viene al pueblo?”,”¡En la barca caben dos más!”,”¿Alguien ha cogido mi caña?”,”¡Mira lo que he pescado!””¡Cambio tres pavas por una manzana!”…

 

Entraron en el edificio, una guapa recepcionista les dio un programa sobre la exposición de un fotógrafo ,que versaba sobre paisajes gallegos y que ocupaba la planta baja. Todo había cambiado y en nada se parecía a lo que él vivió. Restaurado ,el castillo estaba muy bonito pero no era lo que fue. El piso superior no pudieron verlo ya que , las aulas y el salón de actos ,en que se habían convertido los dormitorios ,estaban ocupados por unos niños cuyos cánticos se oían desde abajo.

 

Dieron una vuelta por la zona ajardinada y desde la muralla ,vio Mundi el lugar donde acostumbraban a pescar y no pudo menos de revivir desde dónde se metieron y a dónde llegaron, en su escapada nudista.

 

Terminada la visita, retomaron la pasarela y desde ella Mundi hizo las últimas fotografías. Cuando reanudó la marcha, su subconsciente le gastó una mala pasada y creyó oír la voz amiga e inconfundible de  Beni que ,desde la parte almenada de la muralla, le gritaba:”¡Eh, Mundi, espérame ,que voy contigo!.Volvió la cabeza ,pero allí no estaba Beni con su sempiterno trapillo, no había nadie, sólo el castillo, su mar y sus recuerdos

 

 

A los de tierra adentro

Agosto del 2005

Lucas