LE BOUQUET 


CAPÍTULO I

 

Verano de 196..

 

-Hijo, tengo que decirte una cosa.

 

Mundi estaba desayunando. El día anterior había llegado de Madrid casi de madrugada ; venía con 5º de Bachiller aprobado y tenía todo el verano para él. Su madre le había ido a recibir a la estación  y en cuanto llegaron a casa, se metió en la cama ya que, la mayor parte del viaje, lo había hecho en el pasillo del tren. Durmió mucho y relajado hasta que ella vino del mercado. Serían las once y media y cuando abrió los ojos ,de la cocina le llegaban los sonidos del trajín de su madre y el olor a leche cocida esperando a ser mezclada con el Cola Cao que tanto le gustaba.

Cuando estaba dando cuenta del desayuno ,es cuando su madre le dijo esa frase mientras se secaba las manos con un trapo de cocina. Todavía no estaba despierto del todo y su cabeza no estaba para adivinanzas. Así que desistió de pensar en lo que  quería decirle y esperó a que su ella hablara.

 

La mujer se sentó frente a él , colocó los codos encima de la mesa, cruzó las manos y sobre ellas, apoyó la barbilla adoptando una expresión muy similar a aquélla con la que ,tiempos atrás, ¡habían pasado ya seis años!,le dijo que tenía que mandarlo al colegio de huérfanos.

 

Mundi tragó lo que tenía en la boca y bebió un sorbo del Cola Cao.

 

-Verás -dijo su madre- desde que murió tu padre ,todos los años voy al cementerio, para Todos los Santos, a llevarle unas flores. En esas fechas, tú no estás y  voy sola. Ya estás hecho un hombretón y si te parece, me gustaría que eligiéramos un día del verano para que me acompañases e ir los dos juntos; estaría bien el primer fin de semana después de que vuelvas de vacaciones.¿Qué te parece?.

 

Mundi la miró detenidamente y pudo apreciar que los años estaban dejando huella en  su rostro,¿o serían  los sufrimientos pasados en soledad?.

 

-Madre-dijo-no he estado nunca en ningún cementerio, me da un poco de reparo entrar en ellos, pero te acompañaré. Me parece buena la idea. Tú me dirás cuando quieres que vayamos.

 

-Pasado mañana que es viernes .Iremos pronto, así no pasaremos calor al atravesar el puente-le dijo mientras se levantaba de la mesa.

 

Mundi creyó adivinar un gesto de complicidad y agradecimiento en su cara .

 

Esa noche y la siguiente no durmió bien. No podía quitarse de la cabeza la imagen de Juanmi.

 

 Juan Miguel Barreiro, gallego ,muy alto y muy delgado. Tenía siempre la tez muy pálida y daba la sensación como si el pecho lo tuviera hundido. Jugaba muy bien al fútbol, aunque ,con frecuencia, solía dejar de jugar cuando menos se esperaba porque, decía ,le daba la sensación de que se ahogaba. Era un habilidoso a la hora de fumarse las pavas. Con un clip  al que enderezaba la parte exterior o un trozo de alambre, las pinchaba  y sujetaba el clip por el otro extremo.  Eso  le permitía apurarlas sin quemarse hasta que no quedaba nada. Por las noches tosía con fuerza y tenía accesos de tos, que daban la sensación como si fuera a echar el pulmón por la boca. Por fin, conseguía quedarse dormido y con él parte del dormitorio. Era un chico ocurrente, siempre dado a la contestación graciosa, tenía una habilidad pasmosa para ponerle la “piedra” a cualquier palabra con la que terminara una frase. Pero Juanmi tenía una mirada melancólica ,como si notara que estaba en inferioridad de condiciones con los demás .Por eso ,por eso mismo, pensaba Mundi ,se sentía feliz cuando los demás se reían de sus ocurrencias. Con Mundi se llevaba muy bien y Mundi lo apreciaba un montón. Un día se sinceró con él y le dijo”:Mundi ,me gustaría que se me pasara esto y dejar de toser y de cansarme y ser un tío normal como vosotros”.

 

Mundi sólo acertó a decirle:”No te preocupes, cuando menos lo pienses se te pasará y cualquiera te para cuando  corras con la pelota”.

 

Un día Juanmi, corría con el balón ,era un partido contra el CHA ,con dos fintas de cintura había sorteado a otros tantos contrarios y de pronto, se paró, se echó ambas manos al pecho y encogiéndose sobre sí mismo, soltó un vómito de sangre. Se organizó un gran revuelo, lo levantaron y entre cuatro, cogiéndole  por los hombros y las piernas, lo llevaron  a la enfermería. Cuando pasó junto a él, Mundi se fijó en la extremada palidez de su rostro. Sus miradas se encontraron y Juanmi musitó algo que Mundi no entendió ,tenía unan expresión de miedo, de impotencia , de derrota , de búsqueda de alguien que le sacara de aquel trance.

 

De la enfermería lo llevaron al hospital y a los pocos días les llegó la noticia de que había fallecido. En el colegio se hizo, días después, una misa funeral aprovechando que su madre venía a recoger sus cosas. Iba acompañada por el hermano mayor de Juanmi y durante toda la misa estuvo llorando en silencio. Al salir ,con el director junto a ella , mirando al grupo donde ,entre otros, se encontraba Mundi, la mujer acertó a decir: Gracias.

 

Cada vez que Mundi se acordaba de Juanmi, la imagen que le venía a la cabeza no era de cuando se fumaba las pavas ,ni de cuando ,apostillaba  una frase de otro con una ocurrente piedra, ni cuando corría con el balón. La imagen que le venía a la cabeza era la de Juanmi derrotado, indefenso, con aquel rictus de pánico y sobre todo aquellos labios musitando esa frase que no alcanzó a entender.

 

El hecho de tener que ir por vez primera al cementerio le trajo a Mundi esos recuerdos de su amigo muerto y por eso llevaba dos noches sin apenas pegar ojo.”Mal comienzo las vacaciones”,pensó. 

Cuando, el viernes ,su madre entró a despertarle,  ya estaba  leyendo una novela del oeste; trataba con eso de ahuyentar  los recuerdos.

 

Desayunaron los dos juntos y una vez arreglados salieron a la calle. Nada más abandonar el portal, ella se le colgó del brazo. Mundi la miró y se dio cuenta de que su madre se sentía orgullosa de él y el gesto quería representar que se encontraba necesitada de apoyo, no precisamente físico y que él podía empezar a prestárselo.

 

-Estás muy guapa madre-le dijo.

 

Ella le miró y con una sonrisa le contestó.

 

-Y tú,¿ donde has aprendido a echar flores a las mujeres, D. Juan? ,la de corazones que debes de estar rompiendo en Madrid.

 

-No lo creas madre, allí las chicas se fijan en los mayores, nosotros no tenemos nada que hacer.

-Pero las habrá de todas las edades ¿no?.Ven ,iremos por esta calle, quiero comprar un ramo de flores a las floristas que están en la puerta del mercado. Las venden recién cogidas de esta mañana.

 

Siguieron caminando ,la ciudad ,sobre todo la parte del centro por donde pasaban ,ya se había puesto en movimiento y el día, se presumía ,sería caluroso. Un limpiabotas sacaba brillo a los zapatos de un hombre grueso que estaba sentado en la terraza de un bar , próximo a la puerta de entrada al mismo. En la mesa redonda ,de patas de hierro forjado y tablero de mármol blanco ,descansaba un plato con una taza de café de la que el hombre tomaba pequeños sorbos, quitándose de la boca el cigarro puro que mantenía entre los labios. Llevaba traje azul marengo con chaleco y del bolsillo superior de la chaqueta le salía un pañuelo que hacía juego con la corbata. Se tocaba con un sombrero flexible blanco.

 

 Mundi pensó:”Tiene todas las pintas de un tratante, forrao de pasta”.

 

 Una copa de un líquido blanco y un vaso de agua ,completaban el menú.”Eso es chinchón a anís del mono “ ,se dijo Mundi para sí.El hombre se entretenía contemplando a la gente que pasaba ,mientras el limpia le estaba contando algo que le debía hacer mucha gracia. Mundi se fijó que el calcetín del pie, a cuyo zapato estaba sacando brillo el limpiabotas, lo tenía protegido hasta la altura de los tobillos por sendos trozos de cuero, metidos entre el pie y el zapato por ambos lados. La verdad es que no le gustó como miró a su madre, aunque fueron escasos segundos ya que, el tipo ,dirigió la mirada hacia una chica rubia que se cruzó con ellos. De dentro del café ,con la atmósfera llena de humo, salían las voces de la clientela, a esas horas ,la mayor parte, hombres que cerraban negocios ,teniendo como única firma un apretón de manos y como rúbrica un trago de una copa de licor.

 

CAPÍTULO II

 

Llegaron al mercado, en un lateral ,una vez traspasada la puerta, había cinco o seis mujeres, cada una de las ellas detrás de un gran caldero de hoja de lata ,donde ,sobre dos o tres dedos de agua ,reposaban multitud de flores de largos tallos. Gladiolos, rosas, claveles, margaritas .., daban un colorido que atraía la mirada de todos los que entraban..

 

-Buenos días, Flora, menudas flores más bonitas tiene Vd.-dijo la madre de Mundi.

 

Se conocían de hace muchos años y a Mundi le hacía gracia que llamándose Flora se dedicase  a vender flores. La mujer ,casada con un peón caminero, tenía una huerta ,a las afueras de la ciudad ,que ella misma cuidaba y de donde salían las flores que luego vendía.

 

 A Mundi ,aparte de hacerle gracia el nombre de la florista ,más gracia todavía le hacía ,pero en otro sentido, su hija. Se  llamaba Luisa ,tenía un par de años más que Mundi y se dedicaba a vender leche de una vaquería próxima a su huerta. La repartía por las casas ayudándose de una bicicleta en cuya parrilla trasera ,llevaba acopladas un par de botejas ,una a cada lado. La madre de Mundi era clienta ,y Mundi en cuanto estaba de vacaciones era el encargado de bajar a por la leche cuando la otra llamaba desde abajo. Lo hacía de forma voluntaria ,eso que en los colegios había aprendido que voluntario ni para comer, porque ,como diría Nico con su lenguaje peculiar ,la tal Luisa “estaba que se tronzaba de buena” .Mundi aprovechaba para charlar con la  chica un rato, y de paso darse su ración de vista porque ,de ahí no pasaba la cosa ,ya que la otra picaba más alto.

 

Sí -contestó la florista -éstas son de mi huerta y están recién cogidas esta mañana. La veo muy bien acompañada  por el madrileño que ya está hecho un hombre.

 

Mundi estuvo tentado de preguntarle por su hija, pero la florista no dio tiempo a ello porque, de inmediato, como adivinando el pensamiento, dijo:

 

- Yo estoy de lo más preocupada , a mi hija, se le ha metido en la cabeza que, en cuanto haga el Servicio Social ,se va a París con mi hermana, que vive allí desde después de la guerra. La niña dice que aquí no tiene horizontes y que prefiere probar fortuna en aquellas tierras.

 

La mujer siguió lamentándose aunque Mundi ya no la oía .Acababa de sufrir un serio revés; el origen de muchos de sus sueños inalcanzables ,de  largas pensadas, de fantasías de quinceañero ,se iba y no volvería a verla más, aunque sólo fuera en vacaciones .

 

En éstas, la mujer ya había preparado un ramo de margaritas grandes y blancas. Había cortado parte de los tallos y los había juntado con una liza, formando un ramo sencillo pero bonito.

-Yo te llevo el ramo ,madre.

 

-Te digo yo que has venido hecho un galán.

 

Madre e hijo   se encaminaron hacia la zona donde se encontraba el cementerio. Estaba al otro lado del río y cuando atravesaban el puente, les adelantaron un grupo de chicos que probablemente iban a bañarse .Unos, llevaban la toalla hecha un rulo debajo del brazo y otros, portaban unas bolsas de deporte ,de diferentes colores ,que semejaban los sacos marineros  en pequeño.

 

Una vez pasado el puente, tomaron una carretera  a la derecha, que  discurría paralela al  río

a escasos metros de éste .Allí estaba .Una larga tapia de mampostería paralela a la carretera constituía el límite sur del cementerio. Dos puertas de hierro forjado, eran el acceso por esa parte ,una de ellas estaba cerrada, a la otra, se llegaba a través de una pequeña rampa, atravesando una zona de castaños que estaban entre el cementerio y la carretera.

 

En la pared ,a la izquierda de la puerta ,una placa hecha en baldosas de cerámica rezaba:

Entra en este sagrado recinto,

haciendo honor a tu noble condición

de cristiano, tanto en el vestir como

en la dignidad de tu comportamiento .

El texto estaba en azul y orlado con una cenefa de motivos florales del mismo color. Mundi no estaba muy seguro de cómo debían de vestir los cristianos ,pero consideró que, con unos vaqueros y un polo, cumplía los requisitos.

 

Traspasaron la puerta .Frente a ellos, una larga calle de piso de adoquín, jalonada a ambos lados por enormes cipreses que , vistos en perspectiva ,daban la falsa impresión de que al final unían sus copas. La calle era cortada perpendicularmente por otras varías ,a lo que alcanzaba la vista de Mundi. Todas tenían el nombre de algún santo y en cada uno  de los lados ,de los  cuadrados que formaban con la principal y los límites del cementerio, se alineaban panteones  que dejaban ,en el centro del cuadrado, una zona de tierra donde se veían tumbas a ras del suelo con una sencilla lápida de piedra e incluso ,simples cruces de hierro ,que señalaban el lugar donde  alguien se encontraba enterrado. Más al fondo algunos bloques de nichos de dos o tres pisos y un poco más allá la zona donde se ubicaba la fosa común.

 

Caminaron por la calle principal y su madre se sujetó fuerte al brazo de Mundi para no tropezarse con algún adoquín. Al llegar a la segunda calle torcieron a la derecha. No se veía a nadie y sólo se oían el gorjeo de los pájaros en los árboles y el murmullo del agua del río saltando un pequeño obstáculo de piedras que configuraban una insignificante cascada.

 

Dos hileras de unos quince o veinte panteones ocupaban ambos lados de la calle. Eran panteones de losas de piedra granítica que tendrían una altura de aproximadamente un metro y todos tenían un frontal también de piedra,  de otro metro más o menos,  rematado en una cruz. En él se podían leer , bien labradas sobre la piedra o en placas metálicas ovaladas y esmaltadas ,los nombres de las personas allí enterradas  , así como la edad o fecha de fallecimiento.

Sin querer, Mundi se vio leyendo los nombres escritos según iba pasando. Uno de ellos le llamó poderosamente la atención. En el frontal sólo había un nombre grabado en la piedra:

 

Laura;

 

Sobre la lápida que cubría el panteón, grabado un poema que decía:

Cerrar podrá mis ojos la postrera

sombra que me llevare el blanco día,

y podrá desatar esta alma mía

hora a su afán ansioso lisonjera;

 

mas no, desotra parte en la ribera,

dejará la memoria, en donde ardía:

nadar sabe mi alma el agua fría,

y perder el respeto a la ley severa.

 

Alma a quien todo un dios prisión ha sido,

venas de humor a tanto fuego han dado,

médulas que han gloriosamente ardido,

 

su cuerpo dejará, no su cuidado;

ceniza, más tendrá sentido;

polvo serán, mas polvo enamorado.

Encima del texto, una rosa que daba sensación de estar cortada hace unos instantes .

-Eso lo he leído yo en alguna parte- se dijo Mundi-Eso es de …..

 

No le dio tiempo a hacer memoria porque, tres panteones más adelante, su madre se detuvo. Era el de su familia, se acercaron y ella depositó el ramo de flores sobre la lápida. El panteón no tenía mal aspecto aunque se veía que era antiguo ,de los primeros que se debieron hacer en ese cementerio , lo mismo que los que estaban en esa zona. Mientras su madre colocaba el ramo ,él se dedicó a leer los nombres que figuraban en el frontal . Allí estaban por orden cronológico de fallecimiento ,los de sus abuelos por parte de madre, a los que Mundi no había conocido ya que fallecieron antes de él nacer,  el de un niño ,que era el hermano mayor de su madre, muerto a los meses de venir al mundo y debajo , el nombre de su padre seguido de la fecha de fallecimiento. Algo le recorrió el cuerpo, algo que no sabría explicar. Delante tenía el lugar donde estaban los restos de su padre. Volvió a leer el nombre. Cuantas veces había escrito ese nombre al tener que rellenar impresos en su vida escolar: “Nombre del padre, Nombre de la madre ….”.No se hacía a la idea ,de que esa figura idealizada estuviera ahí dentro ,hecho nada. Sin darse cuenta, le afluyeron a la mente mil y una escenas de las vividas con él. En eso tenía “suerte” pensó, pues al fin y al cabo, había podido disfrutar unos años de su compañía, aunque hubieran sido pocos; otros compañeros suyos, apenas los conocieron e incluso, alguno, nació después de que su padre hubiera muerto. Beni, por ejemplo, que los perdió a los dos cuando tenía cinco años. No había manera que recordara nada de lo vivido en casa con sus padres. De vez en cuando, de forma furtiva, cuando estaba seguro que nadie le veía ,sacaba una foto y estaba un rato contemplándola. Un día le desveló  a Mundi su secreto y le enseñó la foto. Era una foto de estudio, pequeña, en blanco y negro, estaban los dos, de medio cuerpo, él de militar ,con el cuello de la camisa abierto, un fino bigote y tocado con el chapiri legionario, en el que se distinguían las tres estrellas de capitán. Ella, con un vestido de flores ,y una melena ondulada preciosa. Los dos miraban a la cámara sonrientes. La foto se veía ajada de tanto manosearla Esa era toda la referencia que Beni tenía de sus padres.

 

Por eso, había veces que su amigo se rebelaba contra su situación, como cuando tuvo que rellenar una ficha  para  mandar al Instituto donde se examinaban de Reválida. En  el lugar del nombre del padre y de la madre, puso sendas cruces romanas. Cuando lo vio el profesor ,al repasar las fichas ,fue hacia él y le dijo:

 

-A ver Benito ,¿qué significa esto?

 

-Están los dos muertos-dijo como recitando una lección de memoria.

 

-Y qué pasa con eso ,listillo,¿es que no tenían nombre?.Haz una ficha nueva ,que te vas a llevar un guantazo.

 

-     Sin ser consciente de ello, Mundi se encontró haciendo un repaso de su devenir por los colegios ,como si quisiera poner a su padre al corriente de cómo había sido su vida desde que él murió.

 

Cómo viajó por primera vez a Padrón, cómo lloró la primera noche, preludio de otros muchos llantos en la intimidad de un dormitorio a oscuras, cómo hizo los primeros amigos, cómo recibió las primeras bofetadas, cómo pasó sus primeras navidades en el colegio, sus frustraciones, sus penurias, sus logros, su ir de un  colegio a otro, su sentirse ,lo mismo que sus compañeros , diferente a los chicos de su entorno, su ir por la vida viviéndola de forma prematura ,sus deseos, su pregunta sin respuesta:¿y qué será de mí ?.

 

-     Miró a su madre, ella estaba quieta ,con la vista fija en el panteón, probablemente rezaba alguna plegaria, y parecía cómo si también estuviera presentando su luchar con la vida para sacar adelante lo que ella y su padre  iniciaron juntos ;puede que, incluso, le estuviera reprochando la faena de dejarla sola ,en el caminar del día a día, con un hijo al que proteger y buscarle un porvenir, pero lo haría desde el lugar del vencedor, del que va a clase con los deberes hechos, no sin sacrificios y hechos bien, con valentía ,con dignidad, como tantas otras ,habiendo tenido que asumir el papel de padre madre, sin estar preparadas para ello, en esos años tan difíciles  y en unas circunstancias penosas.

 

Mundi esperó a que ella terminara ,la mujer en un gesto reflejo se llevó la mano a los labios y luego la posó sobre la lápida. Giró y se agarró fuerte del brazo de Mundi. Los dos iniciaron el camino de la salida en silencio. Ella sacó un pequeño pañuelo del bolso y se enjugó un par de lágrimas.

 

-Ya perdonarás hijo ,pero siempre me pasa igual, vivimos muchas cosas buenas juntos, ¿sabes?.

-No te preocupes madre y llora todo lo que quieras, dicen que es bueno-dijo Mundi.

 

 Al pasar por el panteón del poema, a Mundi se le hizo la luz y apuntando con el dedo ,dijo en voz alta:

 

-¡Quevedo, es de Quevedo!.

 

-¿Qué dices hijo?

 

-Nada madre, cosas mías.

 

Y los dos ,madre e hijo, salieron del cementerio muy pegados ,hechos uno. Las visitas  fueron sucediendo año tras año hasta que Mundi termino de estudiar. Luego, cuando Mundi se instaló en la ciudad, las hacían el día de Todos los Santos.

 

CAPÍTULO III

 

Primavera de 199..

 

 

María Callas y Alfredo Kraus estaban interpretando Parigi o Cara de Verdi, en la radio del coche .Le gustaba Kraus ,consideraba que era  mejor que Carreras y otro estilo al de Plácido, más puro, más técnico, aunque éste tampoco le desagradaba.

 

La circulación ese día era fluida y consiguió aparcar cerca de la tienda   donde se dirigía .El aparcamiento era de estacionamiento limitado  y en cuanto dejó el coche, la vigilante se le quedó mirando, hasta que vio que se dirigía al expendedor de tickets, que le autorizaban a dejar el coche en ese lugar, una hora como máximo. Mundi colocó el papelito en el salpicadero y cerró el  vehículo. La vigilante le lanzó una mirada desde lejos como diciendo: ”Estaré pendiente de cuándo se te acaba el tiempo.”

 

Atravesó la calzada y dobló la esquina .Allí estaba la tienda  a la que iba todos los años, desde hace unos cuantos, en el mismo día ,como un ritual. Era una floristería. En un toldo color amarillo chillón que cubría la entrada se leía :”Flores & Bouquets”.

 

Siempre que lo veía le hacía gracia:”Que habilidad, tres idiomas en dos palabras”,se decía.

 

La dueña , en ese momento ,se metía en la tienda después de colocar las últimas plantas y ramos de flores a ambos lados de la puerta, para que el  público las tuviera más a la vista .   La verdad es que la tienda era bonita, estaba montada con mucho gusto y llamaba la atención de todo el que pasaba por allí. La puerta estaba flanqueada por dos carretillas de madera ,de color verde, sobre las que descansaban un bosque de pequeños calderos color amarillo, como el toldo, con multitud de ramilletes de flores de mil y un colores: claveles, rosas, mini margaritas ,mini claveles, violetas, jazmines, lirios. Cada  recipiente, tenía un cartelito con el nombre de la flor ,alguno en latín y el precio. Mundi   entró en la tienda  y la verdad es que apetecía  estar un rato dentro, envuelto en el frescor  y los olores de un montón de flores y plantas ,todas diferentes. La dueña estaba en la trastienda , que servía de almacén y  donde se preparaban los ramos y los centros de flores. Mundi aprovechó para fijarse en lo que había allí dentro. Según se entraba ,a la izquierda , unas estanterías bajas , pintadas de azul, sobre las que reposaban las flores más grandes o que se vendían con tiesto :hortensias, jacintos, orquídeas ,crisantemos, tulipanes, gladiolos ,iris ,peonías …

A la derecha y sobre estanterías verdes,  las plantas ,tanto de interior como de exterior ,en macetas o macetones, a los que se les apreciaba la humedad de riego reciente. Al fondo de la tienda, estaba el mostrador , tras del cual ,en la pared, colgaban diplomas de premios obtenidos en concursos  de floricultura y junto a él , la puerta de acceso a la trastienda.

 

-Hola mon cherí, esperaba que vinieras como todos los años en esta fecha.-dijo la dueña saliendo de la trastienda.

 

-Hola preciosa ,¿cómo estás?-le dijo Mundi, mientras le daba sendos besos ,uno en cada mejilla.

 

La dueña era Luisa ,la hija de la florista amiga de su madre. Consiguió irse a Francia con su tía ,allí estuvo trabajando de chica para todo ,pues lo mismo fregaba escaleras, que estaba de asistenta por horas ,o dejaba como los chorros del oro la vajilla en un restaurante. Hasta que conoció a René ,hijo de un comerciante que regentaba  un puesto de flores en “Le Marché aux fleurs “de París .Luisa dejó de fregar y poco a poco se fue instruyendo, teniendo como maestro a René, en la multitud de variedades   de flores y plantas , en el cuidado de las mismas ,en la decoración, ,en el idioma y en las artes amatorias. Se casaron y se hicieron cargo de la tienda cuando el padre se retiró .Tuvieron tres hijos, y decidieron que en España , podían montar una floristería  con clase, de las de postín. Traspasaron la tienda y se instalaron en la ciudad donde Luisa se había hartado de repartir leche.

 

El negocio comenzó a funcionar bien y siguió muy bien. El toque francés había calado en la  clase  chic  de la ciudad. Así que ahí estaba Luisa ,que desde que volvió de Francia se hacía llamar Louise  y le gustaba intercalar alguna palabra francesa en sus conversaciones .La verdad era que, aunque los años habían pasado, muchos años, todavía conservaba cierto atractivo y desparpajo, y sobre todo, hablaba por los codos. A Mundi y a su familia los trataba como si fueran la propia y ellos correspondían acudiendo a ella siempre que necesitaban flores o plantas.

 

-Te tengo preparado un bouquet- le dijo- seguro que a tu madre le hubiera gustado un montón. Espera que ahora te lo saco.

 

Al poco salió con un precioso ramo envuelto en papel de celofán.

 

-¿Te gusta?

 

-Mucho -dijo Mundi.

 

-Verás, esto de aquí  son lilies asiática,  este otro, un racimos de delfinios ,aquí ,un racimo de mini claveles, margaritas blancas, un racimo de flores de cera, otro de lisianthus, y otro de monte casino lavanda.

 

Mundi no pretendía ni mucho menos aprenderse los nombres ,pero el efecto era de una belleza plástica imponente.

 

-Tienes mucho arte, Louis, parece que hubieras nacido para esto. Es precioso.

 

La mujer se sintió halagada y con una sonrisa le dijo:

 

-Pues tú sabes que no empecé con flores que digamos .Sólo es cuestión de ponerse- ,dijo con falsa modestia.

 

Un par de clientas entraban en la tienda  a la vez que una furgoneta de reparto le traía unas cuantas cajas alargadas procedentes de Holanda, según ponía en las etiquetas ,así, que dieron por terminada la conversación.

 

Mundi pagó y se despidieron.

 

Au revoir -le dijo la florista-dale recuerdos a tu mujer, el otro día estuve hablando un rato con ella. Está muy guapa, vigílala.

 

Mundi fue hacia el coche y cuando pasó delante de la vigilante le dijo sin detenerse: “No ha habido suerte,¿eh?.Uno cero“.

 

La otra le miró y por el gesto dio la sensación como si le contestara:” Ya caerás“.

 

Atravesó la ciudad y enfiló el puente. Todos los años, en el aniversario de la muerte de su madre, le gustaba ir  al cementerio. Por Todos los Santos iba con el resto de la familia pero, ese día, iba solo.

 

Una vez  atravesado el puente, giró a la derecha  y pasó delante del tanatorio. Estaba construido donde antes había estado el cementerio civil.

 

 El cementerio civil ….Recordaba cuando al ver una zona adosada a un costado del cementerio, a la que se entraba por una  metálica, le preguntó a su madre.

 

-Y eso,¿qué es?.

 

Ella le contestó:

 

-Es el cementerio civil.

Mundi frunció el ceño:

 

-¿Qué pasa, que el resto del cementerio es para militares?

 

-No hijo ,no ,ahí entierran a los que no son católicos  o a los que se suicidan.

 

-¿Y por qué no pueden estar juntos?.Tú imagínate -,continuó Mundi.-,que uno  es católico y se suicida ,en el último , último momento, antes de morirse, se arrepiente. Nadie sabe si se ha arrepentido.¿por qué no lo pueden enterrar con los otros.?.Qué más dará que sean o no católicos para enterrarlos en el mismo cementerio; al fin y al cabo ,una vez muertos todos son iguales.

 

Mundi  sonreía ,recordando la cara de su madre queriendo salir del atolladero.

 

-Mira hijo, no sé por qué ,pero así es y ha sido siempre. Cuando vuelvas al colegio se lo preguntas al cura a ver que te dice. Y de paso me lo cuentas cuando vuelvas.

 

Le costó aparcar el coche ya que había un enterramiento y el aparcamiento del cementerio estaba casi lleno. Había  crecido mucho el cementerio, el panteón de su familia se había quedado en la parte antigua y a la nueva se entraba por la puerta que daba al norte. En ella proliferaban  panteones a ras el suelo, de mármol negro o gris y largas fila  de bloques de nichos de hasta cinco alturas. En otra zona, un conjunto de lápidas sobre tierra mirando a la Meca constituían el acotado para  musulmanes. En una zona ajardinada, un grupo de pequeños nichos donde depositar las urnas con cenizas procedentes de incineraciones. Lo que antes era tierra, ahora eran amplias zonas d e césped.

 

Mundi subió la rampa de acceso a la puerta , el letrero de la entrada sobre cerámica todavía estaba y habían recompuesto un par de baldosas, se notaba por el tono más fuerte de las letras de las baldosas sustituidas. Encima de la puerta, un rótulo de letras de metal anunciaba: Cementerio Municipal.

 

Mundi entró ,estaba todo muy limpio aunque el suelo de la calle principal seguía siendo de adoquín. Continuaban  las hileras de cipreses a ambos lados de las calles y se respiraba el silencio y el sosiego del lugar. Una mujer estaba colocando una maceta encima de una lápida. Observó Mundi que  proliferaban las fotografías en tamaño pequeño adosadas a las lápidas  o a los frontales de los panteones .Pasó por el panteón del poema de Quevedo, estaba descuidado y la placa con la poesía tenía una grieta. En el frontal debajo del nombre de Laura ponía Alfonso ,nada más.

 

Mundi llegó al panteón familiar; en una placa de mármol blanco sujeta a la lápida ,en letras negras ,figuraban los nombres de su padre, su madre y su tía Rosa ,con las fechas de fallecimiento.

Mundi dejó sobre la lápida el ramo de flores y se escuchó decir: Aquí estoy…

 

Noviembre de 2005. En recuerdo

 

Lucas