MI ESTRENO COMO PÍNFANO

(1ª parte) 

Recordando mi ingreso en el CHOE.

Colegio de Santiago para Huérfanos de

Oficiales del Ejército en Valladolid.

Año 1949 

Residía en una pequeña aldea cerca de O Grove. Península del N.O. en la provincia de Pontevedra. Se llamaba Ocón y era donde mi madre (viuda del oficial caído en el frente de Teruel, Belchite) tenía como destino su pequeña escuela unitaria de chicas, hijas de pescadores y labradores, donde ejercía como Maestra Nacional que era como se llamaba en esta época a los Profesores/as.  Somos dos hermanos. Yo soy el mayor y por entonces tenía 13 años o iba a cumplirlos. No sabía que existían los internados de carácter militar, no había oído nunca nada y creo que éramos los dos únicos huérfanos de esta clase, por aquellos contornos. 

Transcurría nuestra vida con normalidad, con gran carencia de alimentos, el pan blanco nunca lo vi, había de maíz y lo que te correspondía con dos vales de la cartilla de racionamiento. Abundaba el pescado (el Grove es un puerto de mar y muy pesquero), pero el barato, lo demás, junto con el marisco salía para Madrid en aquellos camiones “pescaderos” que se jugaban la vida al atravesar los puertos de montaña que había en la antigua general para llegar a la capital de España. Por lo demás en casa nos surtíamos de los productos horticolas y de los regalos que le hacían a mi madre sus alumnas cuando en sus casas hacían la matanza anual. 

Estábamos asistiendo a la Escuela de Orientación Marítima Pesquera, de El Grove. Todos los días nos trasladábamos desde la aldea  al centro del pueblo a pié, bien abrigados contra la lluvia (muy corriente en aquella zona climática) con nuestros zuecos de madera y sobre todo paraguas. Nuestro Maestro era Don Pepe “o coxo” que sustituía al titular que ejercía en otro pueblo en el Pósito de pescadores. 

En el aula, situada debajo del Ayuntamiento, estaban el juzgado, el calabozo, que lo veíamos desde la clase y el consultorio médico. 

En el alumnado había 3 grupos. El 1º que eran de Primaria, eran los iniciados en todo, los de 2º de preparatoria y nosotros los de 3º que nos denominaban “los estudiantes” porque ya habíamos hecho el ingreso en el Instituto de Pontevedra por libre continuábamos el Bachillerato por el mismo plan de estudios. 

Mi hermano se preparaba para el Ingreso en Junio y yo había aprobado 2º y estaba esperando ingresar en un colegio de Vigo que a través del Ayuntamiento o de la Iglesia, cuando no había mucha demanda de plazas de pago, entonces adjudicaban gratis a los que lo habían solicitado con la condición de ayudar en el colegio en la limpieza, cocina, etc.(No me acuerdo de más, porque no llegué a ir). 

Tenía mi pandilla de compañeros del Cole, también mis vecinos, hijos sobre todo de pescadores, porque me gustaba mucho el subir a las embarcaciones ya fueran pequeñas, dornas, gamelas, racús, traineras o las célebres “parejas” que faenaban en Leixoes o también en el “Gran Sol” a la pesca de la merluza y el bonito, barcos que estaban un cierto tiempo en la mar y que recuerdo como los padres de mis amigos nos relataban lo que habían pasado por aquellas latitudes; esto es lo que llaman pesca de altura pero lo corriente es la pesca de bajura en la Ria de Arosa que es donde está situado mi domicilio. Generalmente se dedicaban a la pesca de menor tamaño y también al “xeito o copo” de la sardina, los primeros por el día y los segundo durante la noche que es cuando brilla el pescado y se lanzan las redes. Hay que tener en cuenta que las embarcaciones eran de vela y pocas de gasolina.(El gasoil apenas existía para esta clase de barcos, los grandes empezaban a fabricarlos (los motores) mientras que los demás eran a remo y a vela. 

Desde luego, cuando no asistía a la Escuela, mi lugar preferido era el muelle de pescadores (y lo sigue siendo) que iba con mis amigos a esperar a sus padres, ayudábamos a seleccionar la pesca para que luego sus mujeres las pusieran en las “patelas” (cestas grandes que llevan en la cabeza) y fueran a La Lonja o al mercado. Es cuando nos dábamos cuenta de si había sido buena o mala la captura de las mismas. 

Por lo demás, transcurría todo de una manera normal; asistía como monaguillo a la Parroquia y llegué a tener cierta amistad con un cura (no el Párroco), D. Juan y le ayudaba a llevar la Cruz en los entierros como los demás compañeros, igual en las novenas que nos vestían de colorado en las mismas. 

Otra de las actividades era la pasión de jugar al fútbol. Lo ejercíamos en el campo de la isla de La Toja, después del puente que la une con el pueblo. Nuestros contrincantes eran los “mariñeiros” dados que su simpatía hacía nosotros no era muy buena, terminábamos casi siempre de mala manera. 

Por mi afición al fútbol, me enteré que iba a ser Pínfano. En los recreos, delante de la Escuela, había y existe, la Plaza Mayor. Era el lugar preferido para jugar a la pelota hasta que llegaban los municipales que tenían las oficinas justamente delante. Bajaban, nos cogían la pelota y nos echaban la bronca, ¿por qué?. Pues el hijo del jefe de los Guardias estaba también siempre con todos y por eso no nos multaban. Pero un día nos volvieron a tomar nota y la carta llegó a casa, con lo que tuve que bajar al Ayuntamiento. Cuando estábamos esperando ser recibidos por el jefe (también los otros familiares de mis compañeros), pasó el Sr. Secretario del Ayto. y le dijo a mi madre que pasara a su despacho. Pensando que era por lo del fútbol, nuestra sorpresa fue mayúscula cuando nos dijo que el Patronato de Huérfanos nos comunicaba mi ingreso en el Colegio Santiago de Valladolid. Adjuntaba los pasaportes (hojas de embarque),tanto de ida como de vuelta de mi madre y la fecha de presentación en el Centro. La 1ª reacción de mi madre fue echarse a llorar. Yo no me di cuenta del alcance de la situación de ese momento sólo que el “Secre” le hizo a mi madre un montón de consideraciones sobre el valor de los estudios y el porvenir que me esperaba aquí. Volvimos para casa como si nos hubiera caído una gran desgracia. 

Sin apenas hablar del asunto se empezó a preparar la marcha. Lo primero que hicimos fue ir al médico. D. Luis Casais, amigo nuestro se alegró mucho de esta situación, su esposa era también Maestra y sus hijos eran compañeros de “cole” y de juegos. También porque mi madre le había cedido la escuela ,es decir, lo que se llama una permuta y nos estaban muy agradecidos. Me reconoció y extendió el certificado que solicitaban. Fuimos luego a comprar también lo que pedían, unos zapatos y ropa interior. Pasamos por el C. de la Guardia Civil para que sellaran las notificaciones y regresamos para nuestra casa. Allí estaban todos mis amigos que se enteraron por mi hermano al asistir a la escuela como todos los días hacía. Fue bastante emocionante la despedida y todavía la tengo en la memoria y en el recuerdo. 

Al otro día con mi maletilla de cartón desde la aldea a la administración de donde salía el coche de La Unión para Pontevedra. También allí me esperaban mis amigos e incluso algunas amigas de la pandilla. Creo que fue el peor momento que pasé entonces. Hasta aquí, no le había dado importancia a esta situación, pero si fue duro. Allí estaba el Capitán de Artillería de la Batería de Costa de S. Vicente próxima al Grove, gran amigo de mi padre, juntos hicieron la Guerra Civil, y me dio un abrazo a la vez que me puso en el bolsillo de la chaqueta unos billetes de 1 ó 2 ptas. 

Arrancó el coche. Mi madre le dio al revisor unos de los papeles. Me acuerdo que no lo cogió porque no iba a perder el tiempo en ir a cobrar unas pesetas, en el Gobierno Militar. Así que pagamos nuestros billetes y se llegó a Pontevedra. En la estación nos dijeron que en el tren nos darían los billetes al presentar los pasaportes (es decir las hojas de embarque).Tuvimos que ir a Redondela y allí tomamos el correo que iba a Madrid viniendo de Vigo. Nos instalamos en el vagón de 3º con asientos de madera donde el revisor nos indicó. 

El viaje fue largo y lleno de vicisitudes. Este tren tenía que dejar preferencia a todos los demás excepto a los mercancías. Cambio de máquinas al pasar los Puertos que existen en el antiguo trazado, las esperas que duraban a veces horas con paradas interminables y sobre todo la diversidad de las gentes que viajaban. Me acuerdo que en Astorga bajamos para tomar un tazón de café con leche con sus famosos “mantecados”.Cuando estábamos esperando en la cantina, aparecieron dos Guardias Civiles con un preso. Este estaba lleno de cadenas por todo el cuerpo, la cara no era muy agradable y los comentarios de las gentes, tampoco. Volvimos de nuevo a nuestros asientos aguantando el frío, luego el calor, la carbonilla que se metía por la nariz, las colas para ir al retrete, etc, etc. Salimos de Pontevedra a las 3 de la tarde y después de viajar toda la tarde, noche, llegamos a Valladolid a las 7 de la mañana. 

Preguntamos donde estaba situada la calle Muro nº 9,nos lo indicaron y estaba cerca de la estación, paralela a la calle Gamazo próxima al Campo Grande, célebre por las famosas correrías de los Pínfanos los días de salida. 

Anduvimos unos 10 minutos y enseguida encontramos el Colegio. La puerta grande de hierro, que actualmente es lo único que se conserva, después del timbrazo nos abrió el portero (Tasio) con una bata de la misma tela (trapillo) que el uniforme de diario nuestro, después de las consabidas preguntas nos hizo pasar a una sala que estaba situada en la parte izquierda de la entrada. 

Nos dijo que esperáramos que ya nos llamarían. Aunque estaba amaneciendo dicha sala estaba a oscuras y en unos bancos corridos estaban unas señoras enlutadas con sus hijos. Me acuerdo de la madre de Domingo Gil Galindo y la de Antonio Amat Márquez de Puente Genil y Granada respectivamente; hubo como es natural conversaciones y saludos pertinentes y de vez en cuando el portero llamaba a algunas de las madres que con su hijo salía de dicha estancia. Me viene a la memoria el “mal cuerpo” que tenía y que a lo largo de mi vida y en ciertas ocasiones me ha seguido ocurriendo. Cuando nos tocó a nosotros, subimos unas grandes escaleras y con el olor a cocina nos introdujeron en un despacho donde nos recibió el Director Tte. Coronel Fdez. Gómora. Vino a continuación las preguntas sobre nuestra situación, donde veníamos, sobre mi padre, etc. Dijo que yo ya me quedaba allí y a mi madre que antes de su marcha, podría verme por la tarde, llamó por el timbre y apareció un Inspector (D. Felix) el cual nos acompañó a una de las aulas donde había bastantes compañeros en plan de estudio, la verdad que la entrevista con el Director fue bastante “seca”, no hubo ningún conato de cariño o simpatía. 

La entrada en el aula de 3º fue de novedad; me hicieron las clásicas preguntas a la vez que les mandaba callar un Sr. que está en una mesa en la parte de atrás de dicho aposento. Sonó una campana y fuimos al patio después de pasar unos soportales. Los “novatos” de una manera natural nos reunimos juntos, vestidos de calle o paisano, porque los demás vestían el clásico trapillo antes mencionado. Volvió a sonar la campana, tuvimos que formar para pasar al comedor, siempre dirigidos por un Inspector. Cuando terminó el cura de rezar la bendición nos indicaron la mesa que era de 10 alumnos. Servían a 5 y en otro extremo lo hacía para otros 5.En tu lugar había un pan (chusco)  y una de las señoras (por cierto nada agraciadas físicamente) dejaba la fuente con la comida para que el alumno encargado sirviera a los que les correspondía. Cuando se terminó al patio. Otra ronda de preguntas para oír de nuevo la campana y subida al estudio. Cada hora había clases y así comenzó mi vida de internado. 

Por la tarde, hacia las 6 me llamaron para ir a la portería. Me esperaba mi madre y aproveché para decirle que no me quería quedar allí. Después de hablar un buen rato, ella que era muy amiga de los refranes dijo; Mira Migueliño:” claro que siempre crecen espinas entre las rosas, pero tienes que vivir el momento y la situación te obliga a quedarte”.Verás como cuando vengas en vacaciones de Navidad, piensas de otra manera”.La acompañé hasta la puerta grande que daba a la calle ya través de las rejas vi como se iba para la estación de Pucela. Su figura cada vez más oscura se iba haciendo más pequeña  hasta desaparecer de mi vista, me esperaba una vida nueva que yo nunca había imaginado.¡Ya era Pínfano¡

 -FIN de la 1ª parte- 

O MECO