MEMORIAS DEL " VIEJO TRAPILLO" |
Autor: Ramón Faro Cajal
DEDICATORIA: |
CAPITULO I
A MODO DE INTRODUCCIÓN
Higinio Zardoya Tardón era huérfano. Era ese ser, que a
veces nos encontramos en la vida y que transpira orfandad por todas
partes. Tenía tipo de huérfano, cara de huérfano y sobre todo mirada de
huérfano. Cuando se cruzaba con alguien por la calle, la gente comentaba
"mira un huérfano".
Higinio había vivido muy tranquilamente sus primeros 16
años. Su padre teniente de Intendencia de la escala auxiliar, desde sus
tiempos de sargento, había desarrollado sus funciones en el Grupo
Regional número 1 de Madrid antigua Agrupación Divisionaria de
Intendencia y más concretamente en la panadería.
Higinio aquella mañana había salido más o menos contento
al instituto llevando las matemáticas más que flojillas en espera de su
examen de revalida de sexto, para acabar con su bachiller.
En pleno examen el catedrático con cara de circunspecto
le dijo que se fuera
para casa que había ocurrido una desgracia.
Su padre murió en el camión que llevaba el pan del grupo
a los distintos
cuarteles.
Con el accidente Higinio cambió.
En el instituto aunque el examen fue un desastre le
aprobaron el bachiller y a nivel oficial a su padre no le dieron la
muerte en acto de servicio, pues el que fuera en el camión fue debido a
que aprovechó que el vehículo pasaba cerca
del Ayuntamiento donde debía
de ir a resolver asuntos personales.
A Higinio se le quedó el porte triste, del hombre que ha
sufrido una desgracia y que cuando hablas con él por primera vez, en la
frase de inicio de conversación, te suelta a modo de excusa "es que soy
huérfano".
Son esos tíos, que en mitad de una frase es como si
tuvieran un flash
retrospectivo y pasan de una expresión afable y risueña a ponérsele unos
ojos de carnero y la
boca arqueada hacia abajo. Lo dicho, ponen cara de huérfano.
De este ser anodino, triste, espeso, aburrido y
mortalmente negativo no vamos a hablar, vamos a
relatar su segunda transformación, vamos a partir del momento de su vida
en el que se entera que ser
huérfano no es una desgracia ¡ ES UN DELITO ! y que a su madre no se le
llama mamá, se le llama "la
viuda".
De que aparte de apellidarse Zardoya Tardón, también se
apellida piedra
pero... ¡ ASI DE GORDA!.
De que Ramón Angulo aunque también se apellida piedra, no
es familiar suyo.
De que a partir de un momento de su vida habrá de
compartir los cigarrillos
con otras bocas sedientas de humo y que una colilla, es una "pava"
respetabilísima, que en su momento será la envidia de alguien.
De que las señoras se visten con cualquier trapito y tu
con un "trapillo".
De que un "virus" no es un bicho pequeñajo.
De que te van a dar un número para toda la vida y de que
el siete dieciséis no
ingresó aunque tenia enchufe.
De que el "aspirino" es un ser que cuando te ataca
llamándote huérfano, has de contestarle "para la mierda de padres que
tienen algunos..."
De que la quiniela que va rellenar no tiene premio, ni
catorce resultados.
De que hay un "papel para el pecho" y este último no
coincide con la anatomía que él conoce.
Así, poco a poco, a base de pequeños cuentecillos,
anécdotas y demás
vicisitudes, haremos de este Zardoya "Piedra" su transformación de ese
personaje que abandonamos al principio de estas líneas y haremos
que se convierta en ese individuo que no necesita de descripciones ni de
definición, pues la misma palabra denota un ser, de unas características
tales que muy bien puede amanecer en la historia como el descubridor de
la máquina de pelar langostinos o el hombre que terminó con el hambre de
los "matongos" porque montó una fábrica de "papel para el pecho" , o
también puede ser que terminase como representante de los presos de
Carabanchel. En fin un hombre llamado a ser líder. Y como resumen ese
hombre se va a transformar de huérfano a ¡PINFANOS!.
¡Dios mío! solo de escribir la palabra un escalofrío me
ha recorrido la espalda.
¿ Que es un pínfano ?. casi nada. Pínfano soy yo.
Cuando la Real Academia de la Lengua determine por fin,
la definición de
pínfano, creo que dirá algo así:
Pínfano:
Animal mamífero y vertebrado, de la familia de los huérfanos, que con la
transformación en el C.H.O.E ( formula secretísima ) se le dota de
superpoderes, como el de oler un duro a distancia,
aprovechamiento de
desechos, visión nocturna y supervivencia suma. Su hábitat lo resume la
frase "en donde menos
piensas que hubo nada... ya allí un pínfano se fumó una pava".
Estudios de la N.A.S.A han determinado, que después del
holocausto nuclear de los pocos que quedarían con vida sobre la Tierra
serian las cucarachas, algún chino ( es imposible matarlos a todos )
algún gallego ( están en todos los sitios ) y una gran parte de
pínfanos.
Estos últimos están dotados de una capa exterior en la
piel muy poco permeable y resistente a las radiaciones que se fue
creando gracias al "jabón Lagarto" que utilizaban en la ducha semanal.
Su aparato digestivo es a prueba de neutrones y capaz de
digerir cemento
armado ( y si no, qué era aquello que le llamaban arroz con leche...), o
someterse a dietas escasas y prolongadas ( de eso si que sabemos
un rato largo ). Su capacidad de aguantar sin moverse
hasta pasados los efectos nucleares es ilimitada. El pínfano lo
aguantaría estoicamente, no en vano ha sido capaz de estar seis horas de
cualquier examen de sábado, sentado en una silla, sin tener ni idea de
lo que tenía delante y pegándose una "pensada" capaz de recorrer los más
extraños vericuetos que dejarían chica la imaginación de
Julio Verne.
Si a todo esto le ponemos su protección auxiliar de un
"trapillo" usado, con sus correspondientes capas de tiza, sudor,
grasilla, y polvo, tenemos al pínfano poco menos que inmortal. Prototipo
de protección de la guerra A.B.Q. (
Atómica, Bacteriológica, y Química. Esto lo aclaro para los que
no ingresaron...
¡pobrecillos ) y modelo de supervivencia.
De todas formas, la historia nos demuestra que en todas
las grandes obras o hechos de la humanidad hubo un pínfano.
En la cuevas de Altamira he visto dibujado a un hombre
que ha matado a un mamut. Debajo tiene apuntado un número ¿ qué ha de
ser mas que el número de
C.H.O.E.?.
Heráclito "el carabanchelero" dice la Historia que se
vestía solo con harapos y que se lavaba una vez al mes ¿ que prueba más
fehaciente de su condición?.
César al cruzar el Rubicón dijo: "Vini, vidi, vinchi.",
que traducido dice:
"El vino emborracha a veces". ¿A quién se le puede
ocurrir tamaña reflexión que no sea a un pínfano de pro?. Volviendo a nuestro Zardoya y a modo de introducción, lo situamos en la puerta del Colegio de Santa Bárbara, dispuesto a vivir intensamente su metamorfosis y haciendo válida esa frase maravillosa del himno de la Legión que parece escrita por un pínfano:
"... cada uno será lo
que quiera
Higinio Zardoya Tardón
nº 1232 primer dormitorio cuarta sección.Quizás durante las
historietas alguien se vea reflejado en ellas y piense en la casualidad.
Ha de saber que han sido pensadas, reflexionadas y transcritas de forma
directa y totalmente
intencionadas para máximo regocijo del lector.
O sea, que cualquier parecido con la realidad es
totalmente coincidente y a los personajes ni se les ha cambiado el
nombre, ni el mote, ni el número...
¡faltaría más!.
¡Ah! Reclamaciones al maestro armero.
CAPITULO II
EL ZUPO
Por fin lo iba a conocer. Todas mis visiones, todas las
formas imaginables que mi mente había formado al escuchar a los demás,
se iban a fundir en una figura y en una voz. Yo, Higinio Zardoya Tardón
dentro de unos momentos, iba a conocer al Zupo.
Al entrar en el colegio con mi maleta, más que cargado, e
ir acercándome al edificio atravesando la pequeña explanada que hay
delante, la puerta del edificio, pequeña desde lejos con sus tres
escalones y franqueada por dos bolas de piedra de dudosa belleza, se me
antojó una boca enorme que me iba a comer. Era como si fuese una
aspiradora que me atrajera hacia sus entrañas. Me dió la impresión de
estar hipnotizado y caminar hacia un mundo desconocido; sabía o intuía
que siempre a partir de traspasar aquella puerta habría un antes y un
después.
El tiempo me dio la razón ¡ y de que manera !.
Allí estaba yo preparado a traspasar aquella puerta
cuando de repente y como salido de la nada apareció lo que por un
momento creí que era San Antonio. Alto, con esa franja de pelo que monta
sus orejas y recorre el cogote dejando la parte alta del cráneo como una
bola de billar.
¡ Gracias Dios mío ! murmuré. En estos momentos de
angustia me mandas a
uno de tus santos a confortarme.
Una voz sonó alta y grave y la verdad que un poco
desagradable: " ¿ Ha visto
ya al "senor director"?".
La visión de San Antonio desapareció para encontrarme con
la cruda realidad ¡ EL
CALVO !.
De pie, con la maleta descansando a mi lado y tras la
puerta de cristales esperaba que el Zupo ( " el senor director" ) me
hablara.
Había escuchado tantas historias suyas que casi lo que
veía era la realidad de lo que me había imaginado.
Me habían contado que en cierta ocasión al
" Teco Teco", un pínfano de
hacia años, el 1109, que había tenido un hermano antes que él, el
Zupo, le preguntó si
iba a ser mejor que su antecesor, que había sido un trasto. El
Teco Teco por echarle un piropo a su hermano, le dijo al Zupo que
él era el peor de los
dos, que su hermano era mas inteligente, más buena persona, etc.
etc.
Conforme hablaba, la cara del Zupo se fue congestionando
de ira y de rabia y
explotó gritando lo que se conocía como la parábola del Zupo y sus
palabras "biblicas":
"- ¡Cabrón cabronazo
coge tu maleta y vete!".-
La verdad es que
suena algo así como "coge tu camilla y anda...".
En otra ocasión contaban de Faro el once treinta y dos, o
sea mi padre, que era jefe de clase de la cuarta, que fue a pedirle al
Zupo la baja de su
jefatura, por no sé que problemas. Mi padre media uno ochenta, era
deportista y ademas de ser maño ejercia de tal.
Cuando expuso sus penas al coronel, éste le respondió: "-Mira maricón de playa (insulto que nunca supo porqué) te he puesto jefe de clase no por lo listo que eres sino porque eres más bruto que los demás y así me mantienes el orden."
Mientras chillaba una angelote de bronce que hacía las
veces de pisapapeles salió proyectado en la dirección de su cabeza.
La verdad es que como tal maño podía haberla rematado de
cabeza pro prefirió la esquiva y la huida.
Cuenta que mi padre ahora, cada vez que ve una imagen
sacra con angelotes,
pone cara de perro y adopta una posición de " en guardia " aduciendo,
que esos bichos son kamikazes que tienen como objetivo su cabeza. Pues bien haciendo antedespacho en el
pasillo esperaba ser recibido por ese ser.
Salió " el Calvo", me dijo que pasara y allí estaba ÉL.
Detrás de la mesa con la
mirada baja escribiendo no sé que en un papel sobre la mesa.
Como seguía escribiendo tuve unos momentos para desde mi
posición de firmes, echarle una prolongada mirada.
Tendría pasados los sesenta, bajito, muy bajito. Sentado
como estaba en la
punta del sillón llegaba escasamente con los pies a tocar el suelo. Los
bracitos eran cortitos, las manos pequeñas y regordetas, casi
calvo, con unos pelos
blancos peinados hacia atrás, gafas oscuras y graduadas y pienso que no
muy bien, pues para escribir lo que estaba escribiendo se
acercaba en demasía al papel.
Intenté imaginarlo vestido de uniforme, ya que era
coronel, y la visión que se
me formó fue horrible. Su uniforme era negro, llevaba botas de montar,
pistola al cinto, fusta, monóculo y en el cuello de la guerrera
aparecieron dos eses rasgadas como rayos y una calavera. Yo no me
llamaba Higinio, me
llamaba Samuel y a su derecha tumbado en el suelo enseñándome los
dientes apareció
un doberman que tenia la cara del " San Antonio" que acababa de
conocer.
De repente todo se esfumó pues
un sonido terrible como el tragar de un
sumidero, bajo y sin apenas expresión se escuchó: "-¿Como te llamas?"
A partir de ese momento supe que la angustia se resume en
cuatro palabras:
"- Te llama el Zupo"
Actualmente cuando me entero de que un compañero de
C.H.O.E. tiene
estreñimiento lo llamo por teléfono y después de los saludos de cortesía
le digo las cuatro
palabras mágicas " te llama el Zupo". El efecto es inmediato.
Abandona el aparato y una colitis galopante alivia su mal
anterior.
A veces es peor el remedio...
Entré en el dormitorio, enorme, grande lleno de literas y
de taquillas de
madera pegadas a la pared.
Pululaban por todas partes entes vestidos de
verde-gris-plomizo que me
miraban y sonreían. Tomé posesión de mi taquilla y fui colocando
mis pertenencias.
Dejé encima de mi litera un paquete con rosquillas, última
dádiva de mi madre, con la recomendación de tomármelas en el
desayuno poco a poco. Calculo que fueron 5 segundos los que dejé de
posar mi mirada sobre el paquete y como por arte divino, el paquete
había desaparecido y 20 bocas masticaban disimuladamente.
Chillé fuertemente.
-
¿ Quién ha robado mis rosquillas?.
Del grupo de observadores se levantó un cíclope que luego
me enteré que era el 1049 un tal Ansedes Mouronte que me espetó con un
acento gallego más que acentuado.
- Mira rapaz, aquí nadie roba, aquí a las
cosas se le ponen ruedas y
desaparecen. Mi cara debía ser de un idiota subido. ¿ que a las
cosas se les ponían ruedas?. Yo me imaginaba a las rosquillas con ruedas
y la idea me resultaba incongruente.
Afortunadamente aprendí pronto. Hace poco llevé mi coche al mecánico diciéndole que me lo pusiera en condiciones. En un momento me dijo. - Le pondré ruedas!. Salté al volante y salí echando humo dejando al mecánico con cara de besugo al tiempo que yo le chillaba.
CAPITULO III
EL TRAPILLO Todavía no había salido de un sobresalto que me metían en otro. " -¡ Al almacén a por el trapillo!." Chilló alguien.
El trapillo. ¿ Que era el trapillo?. La primera vez que
escuché la palabreja se me antojaba que me iban a dar un trocito de tela
así de pequeño y además
sucio, con el cual escasamente iba a tapar mis vergüenzas.
Me imaginé al Angel que expulsó a Adán y Eva de Paraíso
chillándoles: "-Ganaréis el pan con el sudor de vuestra frente y taparos guarros... tomad un trapillo." Trapillo, para aquel que ha pasado por el C.H.O.E. qué cantidad de imagenes le vienen a la mente. Cuando se cree el Diccionario Pínfano dirá algo así:
Trapillo:
Prenda de vestir de dos piezas, por supuesto de tallas diferentes, de un
color indeterminado entre verde, gris y azul tizado (
significa mezclado con tiza o clarión de pizarra ).
Prenda muy útil de
todo tiempo especialmente con lluvia, pues gracias a la capilla de grasa
que la cubre la hace totalmente hidrófoba.
Sirve a la vez de
prenda de deporte y para estar por casa así como de
pequeño almacén de "pavas" y de "papel pal pecho". Como prenda militar al usuario que lo porta en la oscuridad lo hace invisible aunque fácilmente detectable al olor. Solo se adquiere con todas sus propiedades en establecimientos especializados del ramo.
Me recuerdo saliendo del almacén con mis calcetines de
lana y mis sandalias, mi camisa que picaba como un demonio,
una camiseta y unos calzoncillos marcados con mi número en rojo
que daban la apariencia de estar en una cárcel.
Por encima de todo como la guinda de un pastel, el
trapillo.
Hace poco, me invitaron a la boda de la hija de un
antiguo pínfano. Al
preguntar como debía ir vestido, pues había varios actos, me dijeron: "-
A la iglesia con
corbata, pero al vino que hay antes de trapillo."
Estaba totalmente claro. Siempre surgen cosas como estas
e incluso otras más o menos solemnes como la de acudir a la reunión y
comida que se celebra en el C.H.O.E. todos los años, quisiera tener mi
trapillo y volverlo a vestir aun a
costa de algunas lágrimas propias y ajenas.
El trapillo, todo un símbolo.
Isabel la Católica dijo que no se cambiaría de camisa
hasta la toma de
Granada. Los Templarios dijeron otro tanto hasta no recuperar los Santos
Lugares. Los Pínfanos no se quitaban el trapillo hasta ingresar
en la A.G.M. aunque
sinceramente creo, que a diferencia de Isabel o los Templarios que
tendrían otras prendas, el Pínfano adolece de otras propiedades
que no sean del
Estado.
Cuando en Zaragoza nos examinábamos, nos sacudían un
traje azul con camisa blanca, corbata negra y en las solapas de la
chaqueta llevábamos dos óvalos con el escudo del Ejército. En otro
tiempo se llevó gorra de plato blanca.
Al preguntar el porqué de aquello se me dijo que era para
distinguirlos de los
demás y que los "protos" nos tuvieran más consideración e incluso podía
llegar el caso de
echarnos una mano. ¡ Que falta de asesores de imagen !
Dónde va a parar el efecto que puede producir en mitad de
un aula de exámenes un individuo, que rodeado de señores con traje,
viste con calcetines de lana, una sandalias gastadísimas, que saca de su
bolsillo ¡ no un paquete de
cigarrillos ! sino varias pavas, que devora su bocadillo y pide
dos más, todo esto
dentro del cuadro inmejorable de su trapillo sudado, raido y
descolorado.
Qué proto no se hubiese conmovido al ver a ese ser
desconsolado y desvalido
huérfano. De ver esa imagen y pasarle el resultado de los
exámenes solo había
un paso. ¡Pero no!. Limpios, peinados y con
traje azul.
Volviendo de la A.G.M. de un examen y ataviado con el
vestuario azul descrito,
me encontré con un
amigo de la infancia que después de unos saludos
afectuosos me dijo qué hacía yo. Me puse en su lugar y me vi de
aquella guisa y para
evitarme explicaciones le dije: " - Trabajo en correos y reparto
telegramas-"
Ni una sombra de duda atravesó su frente, mi uniforme era
la fiel estampa de lo
que acababa de decir.
¡Ah qué otra historia podría haber contado de ir con mi
trapillo!. Licenciado
de la guerra de Vietnam, superviviente de Ausvich y Dachau, agente
secreto disfrazado de
pobre, tranviario en paro, desactivador de minas, explosivos y
cohetería en general, mamporrero en huelga de hambre...
El que no ha vestido un trapillo no sabe lo que es
sumergirse en el laberinto
de la impronta magnitud y del ser como ente pensante ( ruego no
me preguntéis que significa esta frase ).
Como frase histórica me remito a la famosa que pronunció
César al entrar en el Senado y ver a Bruto sin la corona de laurel en la
cabeza. "-¿Tú también de
trapillo... hijo mío." ? De lo cual se deduce que él tampoco
llevaba la corona.
Esta frase le debió de cabrear pues acordaros de lo que
pasó después.
Bueno, pues heme aquí revestido con el trapillo. Había
vestido la prenda que
ya jamás abandonaría mi existencia. Decían de los templarios, que cuando
les ponían la cruz
sobre la capa, dejaban de ser lo que eran y sufrían una
transformación. El trapillo ofrecía a su portor el éxtasis, no de
ser otra persona, era
la de ser muchas más pero bajo el mismo título. PINFANO. "Viejo trapillo mi mejor compañero..."
Una verdad como una catedral de grande. "... pronto presiento que te voy a
dejar..."
Ni de coña. Vestirás trapillo toda tu vida, pensarás en
él más que a menudo,
hablarás de él, te sentirás seguro pensando que lo llevaste, sentirás un
especial afecto a los que te digan que lo llevaron y muchas veces
sentirás, con
lagrimas en los ojos, que pese a todo, los años que lo llevaste son
quizá los momentos de
tu vida que te han hecho ser como eres actualmente.
CAPITULO IV
INSPECTORES Antes de que Higinio se incorporase al colegio " su viuda" recibió en su casa una carta con muchos panfletillos y uno de ellos rezaba así: transcribo. "Normas a las que han de ajustarse los alumnos que en régimen de internado (preparación militar) y de residencia internado (carreras civiles) quieran disfrutar de los beneficios en el colegio de Carabanchel Alto..."
En su apartado II punto F dice:
"Comportamiento con
los inspectores (todos los alumnos)
Todo alumno ha de ver
en el inspector no solo a la persona que vigila su
comportamiento, sino que, por su experiencia y edad, trata de
guiarle y
ayudarle en todo instante, de aquí que ha de merecerles el inspector el
mayor respeto y consideración y que de no cumplirlo, se verá
sometido a la
sanción correspondiente."
A la vista de esta lectura Higinio supuso que al entrar
al colegio vería por los pasillos a unos seres, mayores eso sí, pero con
un aspecto angelical que en todo momento con una voz acariciadora, suave
y tremendamente paternal le
dirían - qué te pasa hijo...-
Tal parecía así que para proteger a aquellos seres,
idílicos, que merecian
según reza el apartado II punto F, el mayor respeto y
consideración, se
castigaba al infractor con ser sometido a la sanción correspondiente.
Si antes de pinfanear alguien me hubiese dado la lista de
sanciones y fuese
algo así.
Con que alegría hizo su quiniela.
El
examen de la tarde podía esperar a un Higinio,
despierto, inteligente y ágil mentalmente. Y mañana
domingo cuando tocaran marcha ¡que temblara
Madrid!. No habría metro ni autobús, ni fila de
cine que la moza de turno no
sufriera a Higinio, el más rápido en poner rabos
a falta de otro consuelo
sexual.
Cuando
hoy en día Higinio le pregunta a su mujer qué hay para
comer y le
anuncia "rabo de buey" no puede aguantar una carcajada,
y cuando le interrogan siempre contesta... "cosas
mías..."
CAPITULO VI
PAPEL PARA EL PECHO
Higinio ya por la mañana sintió frío en el vientre y
aquello no representaba
nada nuevo.
Hoy le
tocaba salir en física y en geometría y como también los
problemas a
entregar eran de aupa, había puesto la toalla atada al
pie de cama que era la
contraseña para aquel ser tremendamente extraño,
que era el sereno. Armado de su tranca recorría entre
las 5 y las 6 de la mañana los dormitorios y cuando
veía la señal te agitaba o te pinchaba con el
garrote y cuando abrías los ojos
te dirigía un sonido gutural, inexpresivo que
todos suponíamos que sería un
buenos días o vaya usted a saber. Lo cierto es
que él diría lo mismo
del
primer sonido que salía de nuestra garganta dormida.
Higinio la verdad es que se encontraba mal, Fue al baño
por primera vez y
sintió como iba ligerillo. Cuando estaba
metiéndose en la cabeza el polipasto,
volvió a visitar al "señor Roca" y allá por las 7
de la mañana al toque de diana fue a por la tercera.
Una de
las tragedias más terribles rondaba ya en los
alrededores de Higinio.
De las
faltas innumerables de las que el colegio era modelo era
la falta de
papel higiénico en los váteres, con lo que el pínfano
tenía que hacer acopio de dicho material. Como depósito
portátil y muy a mano se utilizaba la parte
interior descosida, de la pieza que formaba la
parte superior que cubría los
hombros de la chaquetilla del trapillo, por la
parte de atrás terminaba en una
costura y la parte delantera era a su vez la
solapa de los bolsillos. De tal
manera que si descosía
por la parte interior la solapa del bolsillo
podías
introducir lo que fuere entre las dos telas de tal forma
que todo aquel que
fuese desprendido de hombros podía llegar a lucir
una espalda digna de un
jugador de "fútbol" americano.
Durante los fines de semana, en la corta salida del
domingo, no había váter de
bar, papel de seda o de textura más o menos
suave, que no pasase a engrosar el almacén del pínfano y
como la denominación de papel higiénico resultaba más
bien "cursi" pasó a llamarse "papel para el pecho".
Bien,
pues ahí hemos dejado al pobre Higinio en la terrible
tragedia que se le
avecinaba. A él no le preocupaba la colitis,
extrañarle ya le extrañaba pues ir al váter es para
echar algo y la máquina más perfecta de funcionamiento
con el
mínimo de consumo es un pínfano, eso si, lo poco que le
eches lo aprovecha
en un 100% por eso estaba muy mosqueado con lo
que quisiera su cuerpo evacuar
pero...
Lo
terrible, lo horrendo, lo fatal es que con esta historia
había disminuido
enormemente su reserva de "papel para el pecho".
Hoy venía el médico y desde luego esperaba que el
remedio fuese rápido y eficaz. Había que ver al pobre
Higinio cuando salía del botiquín con el remedio
universal: dos bucofaríngeos.
Era
maravilloso, llegabas con un dolor de cabeza, se echaba
las gomas a las
orejas te auscultaba y ¡hala! dos bucofaríngeos.
Te
habías dado un bofetón de aúpa en el frontón y llegabas
con una muñeca
inflamada, sin problemas, auscultación y dos
bucofaríngeos.
¿ Qué
esperaba Higinio que le iba a recetar, arroz cocido y
carne de
membrillo?. Nada, nada, todos lo mismo para que no
hubiese favoritismos.
La
verdad es que siempre creí que el médico nos confundía
con los Niños
Cantores de Viena, solo le preocupaba nuestros
pulmones y nuestra garganta.
Cuando
el pobre Higinio en su enésimo viaje al país de la taza
y la cadena,
sólo le quedaba como medio confeti para
limpiarse, la sagrada providencia hizo
que el mariachi, bendito donde los haya,
estuviese leyendo el A.B.C. Higinio,
pálido, con paso lento y vacilante ( la verdad es
que no se va muy rápido
cuando tienes que andar apretando el culo ) y
poniendo en su voz toda la
dulzura de que era capaz, le dijo al inspector: -" Si ha
leído ya ese periódico ¿podría dármelo?"
El
interrogado, con cara sorprendida de que un pínfano se
interesase por un
mundo exterior a las tapias del colegio, preguntó
a su vez:
-" Y
usted señor Zarzoya ¿ para qué quiere el A.B.C.?"
Higinio como la cosa más normal respondió:
-"Lo necesito para el
pecho".
Hacía
no más de dos días que por la televisión habían echado
un reportaje de
una anterior vuelta del Tour en la que los
ciclistas, al terminar de coronar un puerto, para parar
el aire se metían papeles dentro de su camiseta.
Al oír
aquellas palabras el mariachi y recordar el reportaje, a
la vista de lo que veía enfrente de él casi con lágrimas
en los ojos le pasó el periódico.
Higinio no tardó ni un segundo en desaparecer en el
váter y durante aquella semana su culo fue el más
informado de todo el colegio por pasar por él todas
las noticias de interés nacional e internacional.
Lo
curioso fue que a partir del día de la fecha el mariachi
cada vez que veía a Higinio le preguntaba si tenía frío
y le hacía abrocharse hasta el último botón de la camisa
diciéndole con una voz aflautada:
-"Venga, venga señor Higinio que luego se le mete el
frío en el cuerpo y se le
pone muy mala cara."
Hace
poco me enteré de que el Mariachi todavía vive con sus
ochenta y largos
años y que goza de una memoria envidiable. me
gustaría preguntarle si ya sabe lo que es "el papel para
el pecho".
Para
Navidades ahora con mis hijos nos regalamos lo típico en
esas fechas
envuelto en unos papeles de seda suaves, blancos
inmaculados y que huelen
maravillosamente. En mi casa aseguro que no falta
el papel higiénico; pero
cuanto hay de fetichismo, de morbo o simplemente
de nostalgia, cuando tomo las envolturas de los regalos
y...
CAPITULO VII
HOY
TENEMOS ARROZ CON LECHE
La
Irene depositó la bandeja del pollo con tomate en medio
de la mesa de los
cuatreo comensales. Como siempre Higinio echó un
vistazo e hizo la misma
reflexión. Debía ser avestruz pues los trozos que
se veían eran cuello y culo
aunque,
la verdad, flotaban varias piezas que podían ser
apreciada. Lo cierto
es que el pollo podía ser apetecible pero el
tomate lo mataba. Tenía un punto
ácido que a veces recordaba el olor a la tinta de
escribir.
El
ritual se repetía: cuatro manos sacando dedos y por
riguroso orden
empezando por la derecha, se iban escogiendo sin
ningún pudor ni recato los
mejores trozos para sí mismo. Era tal el vicio y
la manía de " echar dedos"
que se usaba hasta para elegir
los montones de galletas que, en número de
cinco, algunas veces nos daban de postre para
cenar.
Higinio recordaba que le habían contado que ahí en la
mesa que hay al lado del ventanuco
por donde sale la comida, se sentaba su padre pínfano y
que con los
otros tres componentes de la mesa habían batido el
récord de comer pelotas.
Contaban que el récord individual estaba en 30 y el de
la mesa en 100. Pues
bien, aquellos tragaldabas decidieron en
complicidad con el resto del colegio
en superar la prueba. De primer plato hubo sopa
de fideos, el resto del colegio les decía que no
comiesen para hacer más hueco, pero siguiendo la máxima
pínfana "antes reventar que tirar" se comieron su
ración.
Salieron la pelotas, 5 por cabeza; las suyas
desaparecieron por encanto y
empezaron a acudir a su mesa las bandejas con las
renuncias de los demás
compañeros para hacer caer el récord.
¡ Y
cayó ! Toma si cayó. El recor individual quedó en 33 y el de la mesa pasó de 100 a 124. Los resultados públicos fueron:
Como muestra de chulería
salieron del comedor comiéndose el bocadillo de la
merienda. A partir de aquel día se les llamó "
los insaciables".
Todo
esto recordaba Higinio mientras devoraba sus piezas de
pollo cuando
¡sorpresa! de postre tenían arroz con leche. Este
plato ya era costumbre
comerlo hacia abajo. era tal la consistencia que
vuelto al plato se le clavaba
la cucharilla de abajo a arriba y se sacaba hacia
afuera. No sé el poder
alimenticio de aquel cemento, pero nos llenaba el
estómago y le daba una
sensación de saciedad que duraba días.
Estaba
en aquella faena cuando la primera pelotita de arroz con
leche se pegó
en el techo. A esa siguió otra y a esa otra. En
el colmo, apareció una bolita
pegada que le colgaba un muñequito de papel.
Todos
los días un inspector comía con nosotros para vigilarnos
y ese día
estaba " el Calvo".Cuando vio semejante tropelía, pidió
culpables y como siempre nadie se
presentó voluntario. Entre los elegidos Higinio,
al paredón, o sea al despacho
del "senor diretor". Gritos, palabrotas, promesas
de expulsión etc, etc... todo normal.
Todavía hoy se pregunta Higinio por qué no pasó nada,
qué estrella divina les
sacó del apuro. Algunos opinan que " Papá
Villalba" tuvo algo que ver, o sea
que la estrella divina tenía cuatro puntas.
A
partir de aquel día hubo para comer los de siempre: más
avestruz, tiburones
( sardinas así de pequeñas), filetes tímidos (
los muy puñeteros se escondían
debajo de una patata frita ), tomatitos y lechuga
en cantidades masivas,
pelotas... hubo de todo pero el arroz con leche
desapareció del menú.
Hoy
Higinio recuerda aquellos días y muy especialmente
cuando ve coliflor con
patatas que recuerda a su amigo " el Hipo" (
llamado así porque cuando le daba era capaz de estar
tres horas dando unos hipos terribles que recordaban al
grito del mambo de la Orquesta de Pérez Prado ), el cual
se metía un gran
plato entre pecho y espalda, de los cuales estaba
bien dotado, la ración de al
menos seis y por la noche se ponía malísimo y
daba unos ¡hayes! lastimeros
tocándose una tripa enorme, hinchada y tirándose
unos pedos que no dejaba
dormir a nadie.
El
otro día con sus cuarenta y siete años Higinio comió en
casa de su hermano
y a la hora de los postres su cuñada anunció: - ¡ Hoy tenemos arroz con leche!
Higinio se quedó mirando al plato, fijamente; y al rato
ya no lo veía, estaba
lejos, muy lejos, estaba a muchos años y veía
rostros y oía voces y sus ojos
se llenaron de lágrimas.
P. D.
Esta historia que cuento en boca de Higinio podía haber
sido escrita con
nombres y apellidos reales, pero si una historia
ha tenido más protagonistas
que esta, creo que descontando el episodio
histórico de los 10.000 hijos de
San Luis, ninguna.
Debido
a mi mala memoria he interrogado a más de 30 pínfanos y
todos sin
excepción tiraron pelotillas al techo y estuvieron en el
despacho del "senor
diretor".
Ante
la posibilidad de dejar a sus verdaderos héroes sin
nombrar y poner
alguno de clavo, cometo la argucia de ponerla en
boca de este Higinio que es
un poco yo y un poco todos.
CAPITULO VIII
LOS
VIRUS
Hay
motes que caen por su propio peso y a lo largo de mi
vida he oído algunos
francamente buenos. Recuerdo de mis tiempos
académicos de cadete aquel
Teniente Coronel bajito y con cara muy arrugada,
muy arrugada que le
llamábamos " el Berberecho"; o aquel otro
Comandante muy alto pero de espaldas estrechísimas y de
culo enormemente gordo, conocido como " el Calisay".
Luego
a la hora de poner los motes está la oportunidad.
Después de una semana a aquel Capitán no había manera de
ponerle mote.
Llegó
el sábado con su revista de taquillas y de policía;
terminada y formada la
compañía en el pasillo dijo:
-" No
me gusta nada la tónica de la Compañía".
De 100
gargantas al unísono sonó como una sola voz.
-" ¡EL
SWEPPES!"
Bien,
pues anterior a estos casos, en el CHOE, el personal
estaba inquieto. Se
rumoreaba que en el colegio se iban a instalar
los que estudiaban carreras
civiles.
Los "uni"
como se les empezó a llamar, eran aquellos pínfanos
privilegiados
que estudiaban en la universidad y tenían la gran
suerte de.... no de comer en
los establecimientos donde estudiaban, no a eso
no. Todo el mundo sabe que el individuo que se alimenta
de patatas toda su vida no echa en falta la
langosta, puesto que no la conoce.
Tampoco tenían el privilegio de salir todos los días. No
a eso tampoco. ¿Que
iba a a hacer un pínfano con su libertad?, seguro
que se pondría a recoger
"pavas" por las calles como un loco o recogería
de las papeleras toneladas y
toneladas de "papel para el pecho".
Y que
decir tiene si todos los días tuviese que vestirse de
paisano
abandonando su cascarón, su intimidad, su tigre, su
identidad. En una palabra
¡su trapillo!.
No,
verdaderamente esos puntos no eran ventajas, lo
auténtico, lo real, lo envidiado,
el sueño, el privilegio de los privilegios, el sumun...
¡ era ver
tías todos los días !, y como toda consideración al
respecto me parece obvio o
evidente, dejémoslo para otro momento.
Hemos
dejado al resto del pinfanato pensando en lo que se los
venía de nuevo
al colegio cuando sonó la voz "del Calvo" que
avisaba: -"Todos a la sala de
juegos, les va a hablar el senor diretor". (Era
tan bruto que estoy seguro que
hablar lo decía sin H ). En tres filas nos... más o menos formaron y " el Zupo " nos largó la perorata que como siempre, en el mejor estilo castrense, fue precisa, concreta y escueta. (cuánto hubiese dado porque posteriormente algunos Generales, sin ir más lejos Iniesta, hubiesen hecho buenos en sus discursos estos tres conceptos y sobre todo el último).
-" A partir de la semana
que viene se van a instalar en este colegio, los alumnos
de carreras civiles, espero que el virus que lleva
consigo la vida
universitaria no os haga mella."
La
suerte estaba echada, es algo así como decir: el mote
estaba puesto... ¡
LOS VIRUS !
El
primer día que vi a uno... me esperaba que sería un ser
cabezón, con gafas,
hombros estrechos, muy cursi y que me iba a
tratar con desprecio y ¡ anda la
osa ! era una fotocopia mía, más limpio eso sí,
pero la verdad
es que me
sorprendió. Tan en la cabeza se me había metido
aquello de los virus que yo
mismo casi me defraudé.
Hace
poco uno de mis hijos se puso enfermo y el médico
sentenció que había
sido un virus. No pude menos de sonreír y le
comenté: -" si en vez de un
"virus" le ataca uno de preparación militar podía
haber sido mucho más grave."
El
médico con cara de aspirino ( en este caso me refiero al
marido de la
aspirina ) y encogió los hombros.
Lo que
no podemos olvidar nunca es que l virus, pese a todo, es
un pínfano y
como tal merece respeto y a él dirijo estas
líneas.
Tu que
naciste de una viuda
por lo
que eres un pobre pinfanillo
no
albergue tu alma ni una duda
de que
somos hermanos de trapillo.
Lo
normal es estudiar para cadete
y
dejarse llevar por nuestros idus
¡pero
no! tu libro de petete
decía
que tenías que ser virus.
Recuerdo que la amistad es una joya
que el
tiempo estropear no supo
y nos
unen, la quiniela y la "la poya" el trapillo, " el Calvo" y hasta " el Zupo".
Por supuesto que se han
dado casos de deserción que después de pasar por
preparación militar terminaron de virus aunque
esto no es una deserción
pura, podríamos llamarla un cambio de chaqueta
necesario.
CAPITULO IX
EL
HÉROE
Los
atacantes eran mayores en número y la cosa estaba muy
fea. Aquella
posición defendida por aquel puñado de regulares
parecía destinada a ser
aniquilada o rendida.
El
jefe de aquel reducto estaba herido de un balazo en la
rodilla izquierda, llevaban todo un día combatiendo pero
por la cabeza de aquel capitán ni siquiera había pasado
la idea de rendirse. Sus órdenes eran de aguantar a toda
costa y aguantarían.
Al
tercer día la rodilla tenía un aspecto muy feo; alguno
de los regulares había dicho que, amparándose en la
noche
podían sacar a su Capitán y llevarlo a retaguardia. Al
insinuárselo, aquel hombre pequeño se volvió un gigante
y sacando su pistola avisó, que si se intentaba, se
llevaba puesto al primero que lo tocara.
El
Capitán aguantaba con un tosco vendaje y arrastrando su
pierna recorría la posición, daba órdenes de tiro,
repasaba la reserva de munición y granadas y daba ánimos
a los heridos. El dar ánimos , él que cuando nadie lo
veía se cogía la rodilla y casi gritaba de dolor.
Cuánto
daría por echarse a la boca un pitillo de picadura, de
esos que con el cuarterón de la ración de combate, ese
de un paquete verde, se hacen unos liados cargados y
duros que como por arte de magia desaparecen en pocas
chupadas en su boca.
Aguanta y calla y sólo se olvida de su dolor cuando el
enemigo ataca y la adrenalina se sale a borbotones. Le
han ordenado que aguante y aguantará.
Sus
regulares le respetan y le admiran en una mezcla de
amistad y orgullo de estar a las órdenes de un hombre
que es capaz de aplicar la disciplina militar, y lo
estaba demostrando, como de preocuparse por los
problemas tanto castrenses como particulares de cada uno
de sus soldados.
Había
pasado una semana y cuando ya sólo quedaba prácticamente
la munición de las recámaras, el comer era un recuerdo
en el tiempo, las gangrenas el factor común de las
heridas y lo único que alentaba a aquellos hombres era
la postura inquebrantable de su Capitán, llegó su
liberación. Su hazaña fue de boca en boca, el mando
estudió el caso de aquél hombre, que cuando todo se puso
en contra él supo cumplir como el mejor. Y no solo él si
no hacer que aquel puñado de soldados fuesen rocas
clavadas en el suelo.
Como
todas las mañanas, sentado en la mesa donde los
inspectores comían, con un inseparable pitillo pegado a
la boca y con una leve sonrisa, el Pater del Colegio de
Huérfanos de Carabanchel Alto veía como se jugaban a los
dedos su ración de galletas, pues él sólo se tomaba su
café con leche. Era la única comida que hacía en el
comedor, el resto del día la capilla y su cuarto eran su
puesto.
El
cuarto del Pater era el muro de las lamentaciones, el
reducto de las confesiones, el lugar donde consolarse y
encontrar una voz amiga que te reconfortase.
"¿Que
pasa maño?", era muchas veces el preámbulo de una
conversación larga, tranquila, mitad confesión mitad
cuchicheo, mitad sermón mitad penitencia, que te hacía
salir de aquel cuarto con brios y ganas de seguir
adelante.
Hoy
guardo en mi casa un retrato de mi padre pintado por él.
Soy quizás el único que tenga un cuadro suyo y lo guardo
como el tesoro que te ha donado alguien especial.
Escondido, muy escondido en un armario de madera oscura,
había entre sotana y un clériman, un uniforme casi
desteñido de Teniente Coronel de Regulares que en su
pecho ostentaba la medalla militar individual. Estuvo a
punto de ser laureada.
Para
mí que de todo esto me enteré, no por sus labios, si no
por casualidad y cuando ya estaba fuera del colegio, la
laureada se me queda pequeña para premiar a aquel ser
maravilloso, humilde, volcado a su tardía vocación, de
una paciencia rayana en santidad que por lo menos a mí
me hace sentirme bien el haberlo conocido y tener el
orgullo de, en alguna ocasión, fui motivo de su
atención.
Pater
Luis Cuevas, allí donde estés, no te olvido, estas en mi
corazón.
CAPITULO X
EL
716 ¡Madre mía! La cantidad de veces que el pobre 716 habrá escuchado en más de mil versiones...
-" Este año tiene que ser
último. Me tienes que echar una mano, yo te juro que si
ingreso..."
Lo que
son las casualidades, tengo
un pariente que es el 692 que ahora trabaja en
Iberia ( o sea que no ingresó ) y me contó la historia.
Debió
ser por los aledaños del 60, año arriba o abajo. Visto
desde la perspectiva de nuestros años actuales podíamos
decir la
clásica frase de " cuando se hacían guardias con arcos y
flechas" ( lo de las flechas que cada uno lo tome como
quiera).
En el
C.H.O.E. El Coronel vestía de uniforme de los de las
botas de montar, cuello cerrado y un buen puñado de
medallas en el pecho.
Los
inspectores eran ayudados por otros pínfanos que
llevaban un galón en el pecho que se me antojan a los
"capos" de los campos de concentración judíos. Las ordenes dentro del colegio se regían por toques de trompeta, se hacía instrucción con mosquetones de madera y al que se portaba mal nada de dejarlo sin postre, al calabozo de cabeza.
En
este ambiente idílico surgió la tragedia. Un pínfano
cuyo nombre ha sido capaz de memorizar dio "el keo". Si
su madre no se sana de una dolencia interna habrá un
pínfano por partida doble.
El
problema no está en la operación, sino en un medicamento
o un tratamiento que vale 3.000 pesetas que hay
que pedirlo al extranjero y que la asistencia
farmacéutica militar no acoge, con lo cual todo el gasto
ha de asumirlo la viuda.
La
trompeta del Jucio Final ha sonado. Los pínfanos están
en pie de guerra.
Todos
los asuntos se posponen , acaba de quedar relegado a
segundo término todo lo que
no sea cómo encontrar dinero.
Se
llamó al C.H.A ( Colegio de Huérfanos de la Armada ), al
C.H.A.P.A ( Colegio de Huérfanos de la Policía Armada )
y a todos los C.H. del listín de Madrid.
Se
organizan rifas, cuestaciones, venta de chatarra y
cristales, consecuencia de esto desaparecieron 20
literas viejas del almacén con el consiguiente
escándalo.
A la
vuelta de un mes , delegados de los distintos colegios
se reunieron.
Cuando
hablo de delegados es curioso, pero siempre nos
representamos en la mente al delegado como un tío serio,
responsable, en fin resumiendo un "repipi". Pero claro,
eso ocurre en la sociedad normal llena de normas
estrictas y escritas. Entre pínfanos, es curioso,
el delegado es un tío aclamado por la mayoría ( la
democracia es pínfana ) que normalmente es un punto que
está metido en todos los follones, jaleos, bullas,
motines y mítines de los más variopintos objetivos.
Suele
ser un buen deportista, un especialista en planchar
problemas y chuletear exámenes que al final de su vida
pínfana tiene solo dos salidas: o la A.G.M o algún
puesto importante dentro de la vida pública o comercial,
Iberia, Galerías Preciados, Pryca, I.B.M, jefe de
galería en Alcalá Meco, etc..
Como
decíamos, los delegados se reunieron con la recaudación
total de 2.800 pesetas. Increíble, una vez más los
pínfanos habían logrado otro milagro.
Por
otro lado "la viuda" no se había estado quieta. No
sabemos nosotros nada de lo que ha sido capaz cada una
de nuestras madres para sacar a su prole adelante.
Total, que llamada aquí y allá, suplicando, llorando y
rogando, la viuda comunica a su retoño (angelito de 18
añitos, dulce animalillo del colegio de Santa Bárbara, o
sea "un bárbaro") que después de un mes de peregrinar
por oficinas, asociaciones, y congregaciones de carácter
benéfico, ha conseguido reunir las dichosas 3.000
pesetas.
Alegría, sorpresa, preocupación, deliberaciones y demás
soluciones diversas.
Los
delegados están perplejos. Imposible devolver el dinero.
La contabilidad nunca ha sido un plato fuerte del
pínfano.
Después de algunas soluciones la mar de curiosas quedan
dos encima de la mesa.
O
hacer una fiesta que ni los más viejos del lugar
recordarán o hacer donación a alguien o a algo de
aquella fortuna.
¡Increíble! Los pínfanos decidieron el adquirir un Santo
Cristo, para la capilla del colegio, que recordara la
epopeya de la postulación de los distintos C.H. en un
objetivo noble.
Cuando el Cristo tomó posesión en la capilla, alguien apuntó:
- " ¿Este es pínfano o
aspirino ?."
El ser
pínfano es tener el padre en "la Gloria", la solución
era obvia. Era un
pínfano.
Ahora
bien, todo pínfano tiene su número.
Se
habló con el director y afortunadamente no era "el Zupo"
pues de serlo me imagino a dónde hubiesen ido la
comisión del Cristo y hasta el mismo Cristo. Total que
se miró la lista y había quedado en el 715.
Cristo, pínfano número 716.
No
tiene ni sección ni dormitorio.
Por
prerrogativa divina vivirá en la capilla.
A
partir del día de la fecha está condenado a soportar
todas las lloradas de sus compañeros de pinfanitis y a
elevar a la superioridad todas la peticiones que se le
hagan.
Como
recompensa recibirá las cadeteras de los compañeros que
ingresen.
Tres
notas para el final:
- En
la época que ocurrió esta historia una barra de pan
costaba 5
pts., un litro de leche 10 pts., y un kilo de carne 20
pts. Una viuda de Comandante con tres hijos cobraba
1.123 pts. al mes.
-Pese
a su enchufe, el 716 no ingresó.
-El
pínfano 616, pasó a llamarse San José
En
fin, así me lo contaron y así lo cuento y si no fue así,
mereció serlo.
CAPITULO XI
LA
INMACULADA
Tengo
en mis manos un programa amarillento en forma de
tríptico, adornado en su interior con una "estampa" de
la Purisima Concepción de Murillo y relata lo que era el
día más grande en la vida del Colegio.
Programa de fiestas que el Colegio de huérfanos de
oficiales del ejército de Carabanchel Alto dedica a su
excelsa patrona María Inmaculada.
8 de
Diciembre de 1966
De
esta forma rezaba en su portada. En el interior paso a
relatar, ya comentado, lo que era y para mi sigue
siéndolo pese a las influencias de El Corte Inglés el
Día de la Madre, que para un pínfano como es natural y
lógico pasa a titularse el Día de la Viuda.
DIA 7
Final
de las competiciones deportivas. Balonmano, baloncesto,
frontón y
atletismo.
Si una
persona ajena al colegio echase un vistazo a este
programa pensaría que un mes antes los distintos equipos
habrían hecho los octavos de final y después unos
cuartos etc, etc.
¡ Que
risa ! Como podría hacerse eso si sólo teníamos un
equipo. Se formaba, se entrenaba y después retábamos a
los de Carabanchel Bajo, victimas propiciatorias y
cómplices indirectos de nuestros triunfos.
Cómo
podrían ganarnos si al marcar el campo de balonmano, con
un palo sobre la tierra, claro, lo de la cal y el césped
era para gente civilizada, cómo repito podían sólo
intentar un "tet a tet" si su área siempre era menor que
la nuestra. Lo curioso es que si protestaban se medían
unas siete veces y siempre daban que eran iguales.
Como
podían ellos saber las imperfecciones de los tableros de
baloncesto que si tirabas normalmente no entraba el
balón ni con vaselina.
Había
que saber que el tablero pintado de rojo tenía el aro
más duro que el pintado de azul y que este último si
tirabas a la derecha del aro había un nudo en la madera
de tablero que hacía que el balón bajase como una
flecha.
Y qué
hablar del frontón. Cómo competir con un zurdo que a
ojos vistas tenía la parte derecha del cuerpo como "Rambo"
y era su parte floja al lado de su izquierda. Cómo
ganarle a un hombre que era el rey en que la pelota
diese entre la pared y una canalera y cayese rebotando
de una a otra posándose suavemente en el suelo del
frontón. Hubiese sido imposible repetir la hazaña de
hacer que la pelota rebote 12 veces en 12 tantos no
en el suelo sino, o en la ventana de la izquierda
o en las columnas de la pared derecha.
Para
finalizar decir que cuando todo esto lo tenías
controlado y corrías como un poseso a estos puntos,
aquel malvado zurdo podía soltar un zambombazo que ponía
la pelota a 30 metros del frontón, con lo cual la moral
y por supuesto la fortaleza sufrían un poquito.
En fin
cómo un pobre pínfano del Bajo iba a ser rival del 1009,
un tal Felipe García Gómez, el zurdo con más "Gómez" que
he conocido.
Finales de atletismo.
Quién
es capaz de conocer en un simple reconocimiento del
terreno, donde está el maldito hoyo que siempre que
corres hace que te de un tirón la pierna. Cómo apreciar
que en la mitad del pasillo de salto de longitud hay un
montículo que te hace perder el paso. Cómo saber que al
soporte izquierdo de la barra de salto de altura le
puedes pegar una patada, que el listón ni se inmuta.
Cómo saber que el peso que lanzan los del Bajo y los del
Alto no son iguales por que hay uno que está hueco.
En fin
como se podrá
deducir de estas pequeñas tropelías, los del Bajo
subían a pasar la tarde, comerse un bocadillo y ver a
sus hermanos mayores cómo se divertían como sus hermanos
pequeños.
¡Ah!
Una aclaración, aunque también era su patrona "las
finales deportivas"
nunca se celebraron en sus instalaciones.
Está
claro.
Sigo
el programa.
A las
18.00 horas: Final de la competición de los juegos de
-ping-pong-ajedrez.
Sería
porque nunca me fijé, sería porque coincidían con el
atletismo, la verdad es que no sé si se celebró nunca
una competición de estos dos últimos juegos.
Estoy
convencido de que cuando estas líneas caigan en manos de
mis compañeros, seguro que me recordarán amigablemente (
que Dios nos coja confesados ) más de mil anécdotas que
ahora mi mala memoria me niega. La visión de un pínfano
pensante ante un tablero de ajedrez casa poco con la
visión que tengo de nosotros mismos, pero...
¡¡ Que
suenen las fanfarrias, atimbales y chirimías, todos en
pie, el Himno Nacional !!.
HA
LLEGADO EL DÍA 8
Para
empezar hoy nos vestiremos de personas. Dejaremos en la
taquilla nuestro trapillo y nuestras sandalias y hasta
nos pondremos calzoncillos limpios.
Somos
así. Pasamos de la armadura y de las abarcas al algodón,
al tisú y al cuero repujado. Es una forma muy elegante
de decir pantalón vaquero y mocasines.
DIA 8
¡Dios
mío! Cómo empezaba el día. Anunciando el desayuno, que
en un apartado decía: minuta (siempre he pensado que
esta palabra es muy pínfana pues debe llamarse así por
el tiempo que a un choetano le dura la comida más
copiosa del mundo en el plato)
Chocolate, vaso de leche, churros, mermelada y suizo.
Tan
separados estábamos del mundanal ruido que hubo alguno
que preguntó qué era el suizo. Las respuesta eran
variopintas.
Desde
que al ser mejor la leche la suiza por no repetir en el
programa otro vaso de leche, con poner suizo se
sobrentendía. Hasta hubo uno que dijo que durante el
desayuno vendría Guilermo Tell a contarnos alguna
batallita.
La
verdad es que allí ponía "churros" y al menos nos
comeríamos 2.
A las
10.00 horas misa de comunión. Qué pasa, ¿ que el resto
de misas no son de comunión... ?
Después llegaba la entrega de premios donde a los
ganadores de cualquier prueba de los días anteriores, se
les entregaba un sobre con dinerete.
En la
capilla se cerraban mediante puertas o fuelles, el Altar
Mayor y la capillita del 716, quedando un magnifico
salón de actos que era el marco ideal para cualquier
celebración. En ese marco excepcional se iban nombrando
a los héroes que de uno en uno salían a recibir su
óbolo.
Siempre dije que esa entrega de premios se podía
celebrar antes de los juegos. ¿Quién iba a quitarle el
premio de frontón a Felipe?, ¿y el correr en lo que
fuera a Balmori?, ¿y si era a saltar a Juan Enrique
García Sánchez ( número 1148?. Así y todo el protocolo
era el protocolo.
Yo me
llevé un sobre que decía ( el cual todavía guardo):
Al
mejor deportista . . . . . . . . . .
50,- Pts.
Lo que
se traduce que participé en todo y no gané nada.
Después de esto venía el cine que si he de ser sincero y
como estaba en lo del quinteto que estaba a
continuación, o sea más nervioso que un flan y dando y
dando los últimos guitarrazos, no recuerdo la película
que nos sacudían pero conociendo el percal apuesto por
"La fiel Infantería", "Bienvenido Mister Marsall" o
"Locura de amor" que todo podía ser.
A
continuación lo del quinteto.
La
verdad es que se traducía en una serie de actuaciones de
todo tipo que tenían como núcleo central o plato fuerte
al quinteto "músico-bocal" Promoción XXVI.
(Teníamos a un cantante con cierto aire de Elvis en sus movimientos, con su mandíbula ligeramente torcida y con su maravilloso carácter que llevaría un libro así de gordo hablar de él. Sólo diré que mi cariño por su persona me obligan a obviar todo lo que no sea anécdota por no ser yo en absoluto objetivo).
En plena actuación del
conjunto Chiqui se contorsionaba al ritmo de la música y
su cara reflejaba ese éxtasis que los músicos sienten
dentro.
"El Zupo" en un alarde de displicencia (estábamos en el día de La Inmaculada) observó:
-
Chiqui tiene que ir al botiquín, por la cara que pone y
por lo que se retuerce debe tener úlcera o algo del
estómago.
En fin la verdad es que el Teco-teco, Medina, Javier Cánovas, Chiqui y yo con unos medios más que discretos, conseguidos según supimos mas tarde con el pecunio del Padre Cuevas, hacías aquellos ruidos que decían música, que cantábamos en italiano (macarrónico) que era lo que se llevaba y que nos quitó alguna hora de estudio obligatorio lo cual se puede clasificar de milagro. Y por fin LA COMIDA. Lo anterior y lo siguiente eran meras anécdotas, pajillas en el viento, pelusillas.
Este menú era leído, releído, "memoriado", cantado y rezado desde los 10 días de antelación que era cuando nos entregaban los programas.
¡¡ Pero lo habéis leído bien !!
En los
entremeses había hasta eso que llaman jamón. Pequeño,
delgado, solitario, con más tocino que otra cosa pero
¡jamón!. Y el vino, ¿que tenéis que decir del vino?. La
verdad es que no lo querría un pacifista. Lo digo por
que más que peleón era un "boina verde cabreao" pero
vino al fín.
Consomé de pollo, nada de avestruz, consomé y con la
merluza mayonesa. Nada de mahonesa traída de Mahón,
mayonesa fresca del año, hecha en Mayo, de ahí su
nombre.
Y
luego pollo y mas vino y frutas y tarta fría (lo de
helada, dadas nuestras instalaciones era difícil) y agua
negra que llamaban café y licores. Total un derroche.
¡Ah! y
nada de productos extranjeros, champiñón y coñac, que
los "champignones" y el "cognac" son frivolidades y aquí
somos muy españoles.
Total
que todo esto que a cualquiera hubiese hecho quedarse
como una boa a un pínfano todo esto se le podría dar a
comer de nuevo a los 10 minutos de terminar.
Reza
el programa que el día 9 a las 8.30 horas misa de
difuntos en sufragio de los padres de los alumnos
huérfanos, de los jefes, oficiales, profesores y alumnos
fallecidos.
No
tengo buena memoria pero no sería nada de extrañar que
para poner orden en nuestros espiritus después de tanto
desenfreno, nos nos metieran dos exámenes de 6 horas,
uno de trigonometría espacial y otro de teoría de
errores, pongo por caso.
Y otra vez a la rutina, Correa Morilla queriendo dar un parte de la Antonia que nunca dio, Molano chillando más que de costumbre, Navas haciendo de . . . de Navas y todos de vuelta a nuestras manías y ya casi oliendo a Navidad, que lo de oler a un pínfano siempre se nos ha dado muy bien.
CAPITULO XII
EXAMEN
Hace
pocos días.
-
Hijo, ¿hoy qué tenéis en el instituto?. - Nada importante. Un examen en forma de test. Media hora y a tomar el sol al parque.
Y se fue tan feliz al
examen.
Hace
algo más que unos pocos años.
-
Mañana examen. El libro primero de Análisis matemático
10 preguntas y 4 problemas.
¡Madre mía! ( traducido a pínfano ¡la viuda! )6 horas de sufrimiento, parto, estrujamiento cerebral y fumada de pavas en grado sumo. Y lo que más animaba era nuestra especial forma de test.
- Diga todo lo que sepa de las ecuaciones
diofánticas.
Había auténticos artistas de unir la pregunta de unir la pregunta con el teorema de Pitágoras, con el triangulo de Tartaglia y la caída del imperio romano de Occidente, con lo cual llenaban folios y folios que a los pobrecillos que estábamos a su lado que nuestros conocimientos y habilidades eran más bien escasillos nos daban un complejo tremendo.
- ¿Que se yo de ecuaciones diofánticas?.
Si fuese de ecuaciones dio-fácticas o de ecuaciones pónticas. Para canciones fantásticas las de la tarde del Domingo con Angelines. Qué risa mas tonta le entró cuando le dije aquello de:
-
Angelines se te ven los pirulines
Y
después .... ¡Ah! después cuando...
Señores, la trampa acaba de caer. Se impone un éxtasis
transitorio en el cual el pínfano desaparece del lugar
físico en el que está, para que su espíritu haga la
traslación más absurda y más extraña por los lugares más
fabulosos que seamos capaces de imaginar.
Si
observamos su cara de cerca, veremos que no ve,
escucharemos que no escucha. Sus pupilas están
dilatadas, una cara de pánfilo y de lelo impronta su
cara. Está relajado, su respiración es lenta e incluso
un poquillo de baba le puede caer de la comisura de sus
labios.
A esta
situación, a este viaje astral el pínfano le ha
bautizado como "PENSADA".
Es el
arma secreta del pínfano. Las cosas pueden ir mal el que
te habla puede ser un ladrillo tremendo, lo que estás
viendo puede ser desagradable o traerte sin cuidado,
entonces en ese mismo momento se impone "LA PENSADA".
Estoy
convencido de que un ser psíquicamente invencible es un
espía pínfano.
Me imagino a la C.I.A. o a la K.G.B. intentando sonsacar algo de dicho personaje y el a lo suyo. Físicamente está allí pero su espiritu... si ellos supieran.
- ¡ Díganos cuáles son los
planos de sus aliados !
El
pínfanos analiza.
-
¿ Planos de aliados?. Yo sí que me he liado con algunos
planes ... y para plan, el de Angelines " la de los
pirulines" aquella que conocí cuando estaba en el Choe.
Recuerdo aquella tarde que . . . ¡Ah! y después cuando.
. .
-
¡Háganos un examen analítico de la situación!
El
pínfano analiza.
-¿Examen analitico?. Qué sabrán estos de exámenes. Para
exámenes analíticos y matemáticos los que nos clavaban
en el Choe. Seis horas seis. Recuerdo uno que nos
preguntaban por la ecuaciones diofánticas que me metí
una "PENSADA" CON ANGELINES "la de los pirulines" que .
. . ¡Ah! y
después cuando.
Total
lo dicho. El espía pínfano terminaría con toda la
paciencia, lógica y sabiduría de aquel que intentara
sonsacarle lo que fuere.
Esta
propiedad que parece en sus principios buena, es también
un problema si no se sabe dominar. Sabido es que nuestro
mundo está más lleno de cosas desagradables que buenas,
bellas y bonitas (recordar aquello del valle de las
lágrimas) con lo que corres el peligro de pasarte la
visa en "UNA PENSADA" sin fin.
Sócrates dijo del hombre que era la medida de todas las
cosas en tanto que piensa. Eso está bien para la
normalidad de las personas pero para un pínfano no sé si
vale la definición porque a saber en que es lo que
piensa.
De
todas maneras a Sócrates le tachan de pensador pero yo
creo que jamás se pegó una "PENSADA" como Dios manda y
menos con Angelines " la de los pirulines" aquella que
una tarde yo le dije... ¡Ah! y después cuando...
Higinio como pínfano veterano de primer año de
preparación militar aprendió.
¡Toma
que si aprendió!. Aprendió a hablar y pensar como un
pínfano, a guardarse y racionarse sus papeles para el
pecho y a fumar pavas y a tratar a los inspectores y no
tratar al "Zupo" e ir capeando el temporal.
Lo
cierto es que el examen fue un completo fracaso. Dibujos
bien hechos sí que había, que un pínfano con un cordón
de un zapato hace auténticas maravillas, rectas,
circunferencias, ángulos y hasta una copia de la Maja de
Goya si hubiese menester (la desnuda, se entiende).
Quién
no recuerda aquella anécdota de Ubeda (10 67) en la
pizarra con el capitán Lobo García. Este último tenía
mil veces dicho que para trazar una circunferencia
primero había que marcar el centro con un crucecita así
de pequeña. Ubeda sin hacer dicho protocolo quiso trazar
su circunferencia con el susodicho cordón de zapato.
Al ir
a dibujarla el Lobo con aquella voz melodiosa, dulce y
acariciadora donde las haya dijo:
-¡¡¡NO!!!
Volvió
a intentar el dibujo cruzando los brazos de derecha a
izquierda pensando que la cuestión era que saliera de un
solo trazo. Lobo espetó de nuevo.
-¡¡¡NO!!!
Volvió
el pínfano a retorcerse en su afán de que que sus brazos
hiciesen la circunferencia feliz.
-¡¡¡NO!!!
¡¡¡NO!!!
¡¡¡NO!!!
Con
cara de desespero, con los brazos caídos y con su voz un
poco gangosilla se volvió a Lobo y le dijo:
-Pero
bueno... ¿ la pinto o no la pinto ?.
En
Londres en el museo de los horrores hay una escena de
figuras que representan los que pasó después...
Como
podéis comprobar el autor de estas pobres líneas, este
modesto escribidor, pínfano al fin, en vez de
hablar de un examen que era la cuestión de este
capitulo, navega en las nubes, "PENSADA" dejándose
transportar por los aires cual su fuese un ángel.
Hablando de ángel, me acuerdo de una tal Angelines " la
de los pirulines" que una tarde. . . ¡Ah! y después
cuando...
CAPITULO XIII
A
MODO DE EPILOGO
Como
se pretendía en un principio, Higinio se ha
transformado. Ya es un pínfano (¡ casi ná... !).
A base
de levantarse a las 7 de la mañana,
vestirse de trapillo, usar sandalias con
calcetines de lana, fumar pavas, aguantar a inspectores,
comer arroz con leche, pelotas y tiburones y sobre todo
estudiar. Estudiar hasta lo indecible, soñar con
problemas, fichas de física, trigonometría espacial,
análisis matemático, teoría de errores, geometría etc,
etc.
Higinio ha cambiado, a partir de ahora palabras como keo
keo, Zupo, Choe, pínfano, pava, trapillo, quiniela o
viuda tendrán otro significado distinto al de otra
persona que no sea de su entorno.
-El
virus que estaba con el 716 es un aspirino que utiliza
las quinielas para papel para el pecho.
-¡Jo! ¡Que pegada! . Su viuda es amiga de Catanga.
-¿Del
Evidente o del Zupo?.
-¡Keo-Keo!
¡El Cirineo!.
Como
muestra vale un botón.
Si a
su manera de pensar nos referimos, el pínfano Higinio
sólo tiene dos fijaciones, ingresar y mujeres.
Siento
en mi pecho
ostentar los cordones
de la
Academia General Militar
cuando
con ellos
me
presente a mi madre (novia)
cómo
voy a fardar.
Lo de
mi madre o mi novia depende del grado de nostalgia que
padece en ese momento.
Esperará con ansiedad la carta que recibirá la viuda
días antes de los exámenes de la A.G.M. que le dirá de
parte del Coronel Director aquello de: Su hijo Higinio
tiene o no tiene posibilidades de ingreso, por lo que...
Y
aquel telegrama postal de la jefatura de estudios de la
A.G.M. que le comunicará qué día ha de presentarse a los
exámenes.
Entre
otras cosas le dirán "tiene que presentarse provisto de
los efectos que a continuación se expresan": Paso a citar textualmente:
Palabrita del Niño Jesús que ya teníamos zapatillas de
deporte.
Total
que tenemos a Higinio como un flan colocando la toalla
todos los días al pié de su cama, durmiendo apenas,
descansando apenas, y comiendo apenas, esto último como
siempre y como es natural. Está en el Choe. ¿ que se ha
creído éste?).
Pasará
por la clásica crisis de que cada vez se acordará menos
de las cosas, de quedarse con la mente en blanco, de que
aquello que sabe de sobras no le vendrá a la cabeza,
de... en fin qué os voy a contar que no sepáis ya.
Pasará
por el almacén donde le sacudirán el uniforme azul con
óvalos en las solapas con el emblema del ejército,
corbata negra, zapato negro y calcetines negros.
Entregará a falta de dos días para el viaje a Zaragoza
los libros. Se los mirarán uno por uno a ver si los ha
deteriorado, cosa que sí así fuese se los harían pagar y
pasará por el almacén a entregar sus prendas que
sufrirán la misma inspección.
Aparecerán por el colegio la lista de los oficiales y jefes que componen los distintos tribunales de la A.G.M. y los más veteranos del colegio irán diciendo aquello de.
- Pues
este es una madre, pero este otro. . .
Es
curioso pero es seguro que él tiene en el tribunal a las
madres y los demás a los otros.
- El
Martín Pérez ¡anda que no es majo ese tío!. Tu le dices
que eres del Choe y te echa una mano en lo que sea.
Estos
que hablan así hablan por boca de compañeros cadetes ya
ingresados y que cuentan cómo les va en la Academia.
Esa es
otra. Cuando un antiguo pínfano aparecía vestido de
cadete en el colegio producía más revuelo, admiración,
respeto y envidia que si un marciano hubiese aterrizado
en la Cibeles.
-¡Un
cadete! ¡un cadete!.
Se le
hacía corro, se le escuchaba, se le ofrecía de fumar (
un cigarro, no una pava) y se quedaba uno con una cara
de pasmarote que se tardaba en reaccionar.
En el
colegio podían aparecer alféreces, tenientes, capitanes
o generales con mando en plaza, pero no, lo que
organizaba el revuelo era el cadete. Aquellos angulitos
maravillosos de la gorra y sobre todo aquellos cordones
granate con unos clavos dorados dando destellos por
doquier.
Después de aquellas visitas se imponía una pensada
general.
Zaragoza. Primera visita y a falta del 716 a la Virgen
del Pilar. Con fervor, devoción, súplica, lágrimas y
miedos le pedíamos el ingreso.
Higinio no faltó a su cita los pies de la Pilarica y
cómo estaría que ni se enteró de la cagada de paloma que
llevaba en el hombro derecho. A continuación a la
pensión a darle al estudio. Después le llamaron para ir
a Larfán, aquel sastre e la calle Don Jaime que te
tomaba medidas para el uniforme en espera de si
ingresabas o no. siempre me pregunté cómo conseguían
ellos las listas de los que ingresaban antes de que se
publicasen en la mismísima Academia.
Y una
mañana ¡hala!, a verle los "congojos" al caballo de
Franco y a los tuyos no los busques en su sitio.
Higinio pasó bien el examen médico aunque se atascó con
el trabalenguas aquel de:
-Tercer regimiento de Artillería Ligera de Montaña.
Por un momento pensó que lo
echaban por tarta.
Pasó las pruebas físicas,
ni que decir tiene.
Un tío
que es capaz después de comer una fabada pegarse un
partido de béisbol con una pelota de frontón y por bate
un palo de espaldera, vestido con el trapillo y en
sandalias, le van a asustar las pruebas físicas de la
Academia.
-Eso
está chupao.
Lo
malo empezó al día siguiente. Análisis matemático,
teoría. De 8 de la mañana a 2 de la tarde. Bocadillo,
paquete de cigarrillos y ¡hala! a parir.
Para
salir al baño, aquellos ordenanzas que te acompañaban y
te vigilaban y que tenías que hacerlo todo con la puerta
del servicio abierta. Higinio en un momento en el baño
pudo echarle una ojeada a sus chuletas pero justo
llevaba la pregunta anterior y posterior. " Murphy"
vencía de nuevo.
Al día
siguiente sin solución de continuidad Análisis
matemático, problemas,.
De 8
de la mañana a 2 de la tarde.
Higinio como es natural a la vuelta de cada examen
analizaba, comparaba, y recordaba lo que había puesto
con las fichas y apuntes, alegrándosele la cara a
arrugándosele el corazón.
Y así
día tras día hasta acabar los exámenes. Ahora sólo
quedaba esperar la comunicación de la
Academia.
Por
fin llegó el oficio del Ministerio del Ejército que
rezaba:
Higinio como es natural en el primer año no ingresó. ¡¡¡ FALTARÍA MAS !!! Gracias Ramón por tu real y fiel relato. ¿ Podriamos considerarlo como la primera parte de tus relatos del Choe ? |