VOLVER

Por CARLOS PISERRA VELASCO

“VOLVER” es una bella historia de amor entre pínfanos, que muy bien pudo haber sucedido. Su primera parte  describe el amor juvenil que surge entre una pínfana del Colegio de la Unión, y un pínfano del Colegio de Santiago, que se desvanece cuando ambos dejan los colegios. En la segunda parte se produce un emotivo encuentro con motivo de la celebración del V Día del Pínfano. Sellarán su amor asistiendo juntos al VI Día del Pínfano, desvelando durante su celebración la sorpresa que cada uno guarda para el otro.

VI DÍA DEL PÍNFANO.  Málaga, 10 de Mayo de 2009

Sonó el despertador y Javier de un salto se puso en pié. Durante muchos años se había convertido en algo mecánico mientras pensaba donde tenía que volar. Aquel día de mayo iba a ser diferente. Cogería el AVE para reunirse con Ana María en Madrid  y juntos viajarían a Málaga para celebrar el VI Día del Pínfano. El espejo del lavabo reflejaba el rostro de un hombre que no pasaba desapercibido a la mayoría de las mujeres. Alto, de cuerpo atlético, tez morena y curtido por los aires de medio mundo, era el prototipo del galán de cine de los años sesenta. Mientras se afeitaba recordaba cuando la conoció y como se había producido su encuentro durante la celebración del V Día del Pínfano.

 

Su vida se truncó al fallecer el padre, comandante de Artillería y profesor en la Academia de Segovia. Estudiaba 4º de bachiller en el Instituto y para continuar su formación tuvo que ingresar en los Colegios de Huérfanos del Ejército. Llevaba varias semanas en el Colegio de Santiago, coloquialmente conocido por “El Bajo”, cuando se hizo amigo de Chus, que todas las semanas visitaba a su hermana Carolina en el Colegio de La Unión. En una de estas visitas acompañó a Chus, que había pedido a su hermana asistiese con una amiga, y para no llamar la atención de las monjas, siempre muy estrictas en las relaciones de sus niñas con los chicos, acordaron que se hiciese pasar por prima de Javier. Después de asearse y sustituir el “trapillo” por el uniforme azul-marino, salieron del Bajo camino de La Unión. Al llegar  les salió al paso la Hermana portera que rápidamente reconoció a Chus, pero no a Javier, a quien miró con ojos  inquisidores. Chus explicó a la Hermana que su amigo se llamaba Javier, que estaba también en el colegio y quería ver a una prima. ¿Y cómo se llama tu prima?, preguntó a Javier la Hermana portera. ¡Santo Cielo!, pensó para sus adentros Chus, ¡Se le había olvidado decir a Javier como se llamaba la amiga de su hermana!. Perdónele Sor Patrocinio, es muy vergonzoso y está muy asustado, saltó rápido Chus a la vez que pronunciaba el nombre de Ana María Salazar Torres como presunta prima de Javier. ¡Venga, pasar a la Sala de visitas, que ahora mismo las mando llamar!. Javier sintió un gran alivio, aunque su corazón no dejaba de palpitar pensando en como sería su “prima” y como la debía saludar. ¿Se debían besar? ¿Le parecería bien a la Hermana portera?.  A los pocos segundos ya había tomado una decisión, sí, la besaría en la mejilla, era lo normal entre  primos. Al rato apareció Carolina acompañada de un ser angelical, o al menos eso le pareció a Javier, quien dirigiéndose hacia ella le dio un par de besos. Hola Ana María, hacía tiempo que no te veía, ¿qué tal está tu madre?. Bien respondió tímidamente Ana María, ¿y la tuya? se creyó en la obligación de responder, a la vez que dirigiéndose a Carolina le dijo, este es mi primo Javier. Habiéndose saludado y hecho las oportunas presentaciones, Sor Patrocinio, que las había presenciado, se retiró convencida del parentesco que les unía. ¡Chicos!, exclamó Chus que se había sumido en un silencio expectante, ¡vaya par de actores estáis hechos! ¡se os podría contratar para el teatro!.  Una vez se hubo retirado Sor Patrocinio, Javier tomó la mano de Ana María a la vez que balbuceaba “encantado de conocerte”, sintiendo como algo que no alcanzaba a definir recorría todo su cuerpo.

 

 A esta primera sucedieron otras muchas visitas.  Se saludaban con la mano si no había nadie del colegio presente, pero se besaban si alguien les observaba. Poco a poco fueron intimando, hablando de sus familias, de las cosas del colegio y de sus proyectos futuros. Dejaron de darse la mano, besándose y sintiendo latir con fuerza sus corazones en cada visita. La semana se les hacía larga, contando los días, horas y minutos que faltaban para el próximo encuentro. A veces Javier, aprovechando el recreo saltaba la tapia que separaba ambos colegios, encontrándose  con Ana María al fondo del jardín, en  donde un atardecer de primavera se dieron su primer beso. 

 

Al terminar el Bachillerato Superior Javier se preparó en el  Colegio de Santa Bárbara ingresando al año siguiente en la Academia del Aire. Escribía una carta por semana a Ana María, pero con el tiempo se fueron espaciando, especialmente cuando Magdalena, una bella murciana, se cruzó en su vida. Varias lo habían intentado, pues su fuerte personalidad y saber estar atraía y encandilaba a las mujeres, pero el recuerdo de Ana María había evitado cualquier tentación. Javier se dejó seducir por el enorme atractivo físico de Magdalena, pero al descubrir que era una coqueta incorregible sufrió una tremenda decepción refugiándose en el estudio y la práctica de los deportes. Salió de la Academia y después de cumplir las condiciones exigidas por el Ejército del Aire, solicitó el pase a la situación de supernumerario ingresando en una importante línea aérea. Su vida sentimental se estabilizó cuando conoció a Beatriz, una azafata con la que se casó en Zaragoza, ciudad en la que se instaló el matrimonio. Un hijo y la creación de la primera Escuela de Pilotos en España fuero los hitos que marcaron esta etapa de su vida, pero la fatalidad hizo que Beatriz falleciese en un accidente de  aviación.

 Pasados unos años tuvo un encuentro casual con Jaime Aguilar, compañero en los Colegios de Huérfanos, que le informó sobre la Asociación y la Web dedicada a los pínfanos. Aquella misma tarde entró en la red, quedando impresionado al contemplar las imágenes e historias de sus antiguos colegios. ¡Que recuerdos!. En un apartado anunciaba la celebración del V Día del Pínfano en Madrid y Toledo. Repasando la lista de asistentes reconoció los nombres de antiguos compañeros, quedando petrificado cuando sus ojos se posaron en uno : Ana María Salazar Torres. ¡Ana María!. No lo dudó, formalizó su inscripción como socio y se apuntó a la celebración de los Actos del V Día del Pínfano.

Para Javier el Encuentro se iba a celebrar el sábado, pues el avión que pilotaba procedente de Nueva York llegó cuando todos se habían retirado a sus habitaciones. Al pedir su llave en recepción solicitó el número de la habitación de Ana María, durmiéndose poco después pensando cual sería su reacción al  encontrarse después de tantos años. Quería estar seguro y reconocerla sin dudar, así que se levantó temprano acercándose a su habitación en el momento en que salían dos mujeres, reconociendo en una de ellas a Ana María. Las siguió hasta el salón donde se servían los desayunos  sentándose en una mesa próxima. A los pocos minutos se levantó y saludando cortésmente dijo : Aquí hay una persona a la que conocí hace tiempo cuando estaba en el Bajo.  Ana María le reconoció, ¡cómo no le iba a reconocer ¡ ¡ tantas veces le recordó y soñó con él!. Se ruborizó descubriendo que se refería a ella.  ¡Ana María!, ¡Javier!, exclamaron casi al unísono, a la vez que se fundieron en un cariñoso abrazo. ¡Que alegría Ana María!, aunque sabía que te encontraría aquí. ¿Cómo?, exclamó Ana María, ¿Sabías que iba a venir?. Si, vi tu nombre en la lista de asistentes y no he dudado en asistir al V Día del Pínfano.

 

 ¡Hay que darse prisa, solo faltan 10 minutos para que salgan los autobuses, y en Toledo nos esperan!, exclamó uno de los organizadores. Se sentaron juntos en el autobús, ¡tenían que contarse tantas cosas!. Ana María, ¿qué es de tu vida, estás casada?, fue una de las primeras preguntas que le hizo Javier. Estuve a punto de hacerlo, pero al no estar segura preferí vivir con mi madre hasta que falleció. No pararon de hablar en todo el trayecto ni en los días que duraron los Actos del V Día del Pínfano, contándose  sus vidas desde que salieron de los Colegios de Huérfanos. Ana María sacó unas oposiciones al Ministerio de Hacienda y había asistido a todos los Días del Pínfano desde su creación. Javier le contó también su vida sin olvidar detalle.

 

En Toledo visitaron la Academia de Infantería y asistieron a la Asamblea General, interesándose Javier por las Actividades que realizaba la Asociación. Después de la comida y reparto de premios una pertinaz e inoportuna lluvia impidió continuar con la programación prevista. Ana María y Javier enfundados en sus impermeables y protegidos con un paraguas decidieron dar un nostálgico paseo por las tortuosas calles de la ciudad. Paseaban lentamente absortos sintiendo caer la lluvia, cuando Javier acercándose a Ana María le susurró al oído : ¿Podrás perdonarme?. ¿Pero por qué? contestó Ana María. Por no haberte buscado y dejar pasar el tiempo sin salir a tu encuentro. Es como si tuviéramos que Volver a empezar .No Javier, no tienes que pedir perdón por nada, la vida es así y ahora lo mejor es alegrarnos por este inesperado encuentro, contestó Ana María a la vez que se acercaba a Javier para protegerse de la lluvia. ¡Eres muy buena Ana María, te prometo que no me olvidaré de ti nunca más!,  y volviéndose hacia ella le dio un delicado beso en la mejilla.

 

 Emotivos y entrañables fueron los actos celebrados en el antiguo Colegio de Santa Bárbara, especialmente cuando se cantó “la muerte no es el final”. Aunque solo estuvo un año, Javier sintió que el tiempo retrocedía recordando aquellos meses de estudio intenso que le permitieron ingresar en la Academia del Aire. Al terminar la comida del Adiós que tuvo lugar en el Club Militar la Dehesa, se brindó por la Asociación y Javier juntando su copa con la de Ana María exclamó mirándole a los ojos: ¡qué bella y bonita eres!, a lo que ella contestó : “los años no pasan en balde y ya no soy la niña que conociste en el Colegio de La Unión, pero agradezco mucho tus palabras”. Los asistentes que habían presenciado la escena les dedicaron un fuerte aplauso. A continuación Javier se acercó a la mesa de Presidencia saludando a varios miembros de la Junta Directiva coetáneos suyos en los colegios, quienes cruzando miradas de complicidad le presentaron al Presidente y restantes miembros de la Junta, a quienes felicitó por la organización del V Día del Pínfano que le había permitido el encuentro con Ana María. Todo eran abrazos y despedidas al pie del autobús con la promesa de volverse a ver al año siguiente en Málaga durante la celebración del VI Día del Pínfano.

 

Y ese día estaba a punto de llegar, después de un año de felicidad durante el   que se estrechó la relación entre Javier y Ana María. Viajaron por todo el mundo,   descubriendo que ya no podrían vivir el uno sin el otro. Al llegar a la estación de Atocha se reunió con Ana María, y juntos subieron al tren que les llevaría hasta Málaga. Al poco de iniciar la marcha cerraron los ojos, pero sus mentes despiertas repasaban la sorpresa que cada uno guardaba  para el otro. Javier llevaba una propuesta de matrimonio y trasladarse a vivir a Madrid si ella aceptaba, en tanto que Ana María pensaba cual sería la reacción de Javier cuando le dijera que iba a ser padre.

 

EPÍLOGO

El tren llegó puntual y un taxi les trasladó a la Residencia “Castañón de Mena”  donde tenían hecha la reserva. Recogiendo las llaves en recepción se dirigieron a  sus habitaciones situadas en la tercera planta. Javier después de refrescarse, descorrió el cerrojillo de la puerta que separaba sus habitaciones, a la vez que la golpeaba suavemente con sus nudillos. Al poco se abrió la puerta y apareció una Ana María radiante envuelta en un perfume que le resultaba familiar. ¿Qué te parece?, exclamó Javier. ¡Oh, muy bien!, ya había estado con mi madre en alguna residencia militar, pero ninguna como ésta , respondió Ana María. Entrando en la habitación Javier la rodeó por el talle dirigiéndose a la terraza, pero al pasar por delante de un espejo la giró presionando ligeramente su cintura, a la vez que le susurraba al oído, ¡Mira, estás preciosa!, le dijo sin poderse contener, a la vez que la rodeaba con sus brazos. Tengo una sorpresa para ti. ¿Qué clase de sorpresa?. ¡Dímelo, me tienes en ascuas!, le espetó con cierto aire de impaciencia Ana María. Pues, pues..., balbuceo Javier, que había pensado en trasladarme a Madrid si quisieras casarte conmigo. Por un momento, Ana María sintió que se había detenido el tiempo. Bien era cierto que lo había pensado infinidad de veces, pero así, de sopetón, en el momento más inesperado, le había dejado sin aliento... anonadada. ¡Vamos, contesta!, ¿es que me vas a rechazar?, inquirió expectante Javier. Ana María suspiró profundamente, a la vez que girando sobre sí misma se colocó frente a él sellando su boca con un cálido beso. Esta es mi respuesta, que quiere decir, ¡si quiero!, y ahora como no voy a ser menos, también tengo una sorpresa. Cogiéndole la mano salieron a la terraza admirando el panorama y la belleza de los jardines situados delante de la fachada principal de la Residencia. Hasta ellos llegaba el rumor del agua que discurría por el conjunto de canalillos situados bajo la terraza. Ahora soy yo el que siente curiosidad por conocer tu sorpresa, dijo Javier, a la vez que se colocaba junto a ella. Ana Maria, que había experimentado un gran alivio con la petición de Javier,  sintiendo que su corazón latía con gran fuerza, se tomó un tiempo antes de responder. Estaba segura que la noticia sería bien recibida, pero era la primera vez que se enfrentaba a una situación así. Con la vista al frente y mirando de reojo a Javier, le dijo sin más : que vas a ser padre. ¿Qué has dicho?, saltó Javier dando un respingo hacia atrás. ¡Pues he dicho que vas a ser padre!.  Javier, recuperándose del shock  exclamó : ¡qué alegría Ana María!, ¡Era lo único que nos faltaba para ser completamente felices!, y acercándose le devolvió el beso que anteriormente había recibido. ¿Y cómo no me lo habías dicho antes?. No lo supe con seguridad hasta dos días antes de venir a Málaga, y pensaba decírtelo en estos días. ¿Y te han dicho qué es?. No, todavía no se sabe. ¡Será una niña, seguro!, apostilló Javier, ¡siempre quise tener una hija!. Bueno, ya veremos, le respondió Ana Maria, pero lo que me gustaría es invitar a todos los pínfanos que quieran ir a la boda. Hecho, contestó Javier, lo anunciaremos después de la Asamblea General.

Descansaron un par de horas y,  después de una reconfortante ducha, se vistieron adecuadamente para el cóctel y la Cena de Encuentro, servida en uno de los jardines de la Residencia. Él, traje oscuro, camisa blanca y corbata de color granate; ella un traje rojo escotado dejando al aire sus bien torneados hombros. Javier al verla no pudo contenerse y exclamó : ¡Estás maravillosa! ¡voy a ser el hombre más envidiado!. Y así fue. Nada más entrar en el hall de recepción todas las miradas de los bulliciosos asistentes al Encuentro confluyeron en la pareja. Amigos y conocidos se acercaron  rápidamente a saludarles, en tanto que el resto era informado de la aventura que estaban protagonizando. Saliendo al jardín, Ana María sintió un ligero escalofrío, pidiendo a Javier que le bajara un chal de la habitación, mientras ella, rodeada de compañeros y amigos contestaba a sus preguntas, especialmente de las mujeres, que no disimulaban la admiración que sentían por su acompañante. Javier la cubrió delicadamente con el chal, sentándose ambos en una mesa con tres amigos del colegio y sus correspondientes parejas. Durante la cena Javier se acercó a saludar al Presidente, informándole  de sus intenciones matrimoniales y de invitar a todos a la boda, solicitando permiso para dirigirse a los asistentes al día siguiente.

 

Terminada la Asamblea, el salón en el que había tenido lugar se fue llenando con otros muchos, que no querían perderse la noticia que había venido circulando en las últimas horas.  El Presidente cedió la palabra a Javier quien después de saludar a todos, se dirigió a la concurrencia con estas palabras : “Es para mí una enorme satisfacción comunicaros que Ana María y yo hemos decidido contraer matrimonio a primeros del próximo mes de junio, y por expreso deseo de ella, estáis invitados a la boda todos los pínfanos que quieran asistir con sus respectivas parejas.  Os debemos mucho. Debemos mucho a la Asociación, que nos ha permitido volver  a encontrar el camino de la felicidad“. Una calurosa ovación cerró las  palabras de Javier, a la vez que compañeros y amigos se acercaron para darles la enhorabuena.

 

La misa en recuerdo de los padres y pínfanos fallecidos, la colocación de una placa recuerdo en el antiguo Colegio de Nuestra Señora de Luján, así como los restantes  Actos programados para el VI Día del Pínfano , siguieron los cánones  establecidos. La comida de despedida o del Adiós, que tuvo lugar en la Residencia, marcó el final de las celebraciones con el deseo de volverse a encontrar el próximo año.

 

Javier se trasladó a vivir a Madrid adquiriendo un chalet en una de las zonas residenciales que rodean la capital, dedicándose en su tiempo libre  a los  preparativos de la boda. Ana María tenía el capricho de celebrarla en la Capilla de su querido Colegio de La Unión, transformado hoy día en Centro Regional de Innovación y Formación, dependiente de la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid. El problema era que la Capilla  se encontraba en proceso de restauración, y no estaba previsto que se terminara antes del verano. Javier habló con la Consejera consiguiendo que las obras quedaran terminadas en un mes, haciéndose cargo del pago de las horas extraordinarias que fueron necesarias. Fue una auténtica prueba de amor que Ana María supo apreciar. La Capilla quedó preciosa y más, después de que una empresa especializada la adornara con gran cantidad de flores. A la ceremonia asistió el Presidente de la Asociación acompañado de varios miembros de la Junta Directiva, así como numerosos pínfanos que no se quisieron perder el acontecimiento. Durante la celebración, un coro formado por antiguas alumnas recreó los oídos de los asistentes con numerosos cánticos, algunos de la época de colegio. El ágape se celebró en una finca situada a varios kilómetros de Madrid por la carretera de Burgos, disfrutando algunos de la fiesta  hasta altas horas de la mañana.

 

Habían pasado varios meses desde que se había celebrado la boda, cuando recibieron la visita de la cigüeña que les dejó una preciosa niña, a la que pusieron de nombre Belén. Mientras Ana María daba el pecho a su hija bajo la atenta mirada de Javier, no pudo por menos de exclamar entre dientes ¡Se salió con la suya! ¡Siempre sospeché que tenía una cabeza muy dura!, pero con su hija en brazos, y rebosando de satisfacción, pensó que lo más importante era que junto a Javier había encontrado la felicidad. 

FIN

 

Seudónimo : ROBLEDO